Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto
Pretérito perfecto
HACE algunas semanas asistíamos a un nuevo cambio de nombre de una de las vías históricas de nuestra ciudad. En esta ocasión le tocó el turno a la calle Barreras, que desde el pasado 4 de abril se llama Moraíto Chico. Con independencia de los méritos del artista (cuyo talento bien le hace merecedor de denominar un espacio urbano), esta acción es una muestra más del proceso estúpido con el que el Ayuntamiento se dedica desde hace décadas a dar patadas a la historia de la ciudad, porque la nomenclatura de las calles no está puesta al azar ni se debe alterar al buen tuntún. De lo contrario atentamos contra parte de nuestro patrimonio, en este caso inmaterial.
Tomemos como ejemplo la asombrosa y triste historia de la plazuela Orellana. Agustín Muñoz y Gómez, en su Noticia histórica de las calles y plazas de Xerez de la Frontera nos dice lo siguiente: “el papel más lejano en que aparece ya dicha plaza, es el padrón de 1511, collación de San Miguel. En ella vivían los fijosdalgo Esteban de Hortes, Antón Meléndez, Juan Martín Ballestero y Asencio de Céspedes. También figura Martín López, vinatero”. Al menos quinientos años llamándose Orellana en memoria de los miembros de tan ilustre linaje que algún día habitaron esta plazuela. Pues bien, en 1948 se vino a vivir aquí Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, imagen de amplia devoción popular. Una corporación municipal ávida de ganar el voto de convecinos y cofrades, decidió mandar a los Orellana a la Venta del Nabo y así hoy la Plazuela se llama de manera oficial Plazuela de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia. ¿Hay derecho a tamaño disparate? Pues si les parece poco, a la calle Pañuelo por esas mismas fechas le pusieron ‘Pañuelo de la Yedra’, que en breve (si Nuestra Señora de la Esperanza no lo remedia) será ‘Pañuelo de la Yedra Coronada’. Dejando a un lado el debate sobre si las imágenes titulares de una hermandad y cofradía de nazarenos han de dejar su firma en el entramado urbano, lo que no es de recibo es que al hacerlo intenten borrar de un plumazo denominaciones antiguas, porque sólo se trata de un intento.
Tratar de cambiar el modo en que los ciudadanos han llamado durante siglos a un espacio urbano es un algo inútil, porque la tradición acabará por imponerse. Quienes tengan su casa en la calle Mariñíguez seguirán teniendo su casa en la calle Mariñíguez, y no en la calle Reimóndez Lete, o Manolo Yélamo, como el que salga de la calle de la Merced hacia la calle Muro dirá que está pasando por la calle Pozo Dulce y no por Pozo Dulce de Antonio Gallardo. Por tanto, la mejor manera de que se pierda la memoria de alguien es dedicarle una calle de nombre arraigado.
Pero lo peor de todo, es que la ciudad tiene un montón de calles novísimas, fruto del desquiciado crecimiento experimentado en los últimos años. ¿Queremos que se tenga en cuenta a alguien? Pues hay cientos de vías con titulación insulsa que podrían guardar para siempre el recuerdo de los jerezanos insignes. ¿Qué ha hecho el azufre por Jerez para que se le dedique una calle? ¿Y la Torre del Tajo, que está tan tranquila mirando al mar en Barbate? ¿Y la estrella Aldebarán? ¿Tal vez brilla en nuestro honor? ¿A qué oso hace referencia la calle Oso? ¿Al del Madroño? ¿A Yogui? ¿Al panda Chu-Lí del zoo de Madrid? ¿No tuvo bastante el pobre animalito con que Enrique y Ana le dedicaran una canción? Seguro que cada uno de ustedes tiene más de un ejemplo de vía pública de bizarra rotulación referida a un lugar remoto, una fruta o un concepto abstracto, como La Maternidad, el Aguacate o Tegucigalpa, todas en Jerez.
Todo un mundo por colonizar, tantas calles que harán falta muchos compatriotas ilustres para bautizarlas. No hagamos que el nombre de aquellos de los que nos sentimos orgullosos caiga en el olvido. No intentemos luchar contra nuestro pasado, porque el pasado siempre ganará. Si queremos que la memoria de Moraíto perdure en las generaciones venideras, lo peor que podemos hacer es cambiar el nombre a la calle en que tenía su casa, que siempre será la calle Barreras. Pensemos un poco. El guitarrista desde la Gloria nos lo agradecerá.
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