'PAISAJE URBANO' de Ricardo Galán Urréjola

De nuevo el paisaje se nos presenta ante nuestra mirada. Es, en esta ocasión, la vista de un conocido entorno urbano de la capital de España. La realidad existencial de una gran ciudad se presenta en toda su magnitud. Varias circunstancias se manifiestan claramente en este paisaje de Ricardo Galán Urréjola. En primer lugar, el escenario donde se desarrolla la acción representada: las calles de Madrid, esa suave cuesta que, desde Cibeles, sube para alcanzar la bifurcación de las calles Alcalá y Gran Vía. Se trata de una imagen que se encuentra, por conocida, grabada en la mente de muchos. Junto a la localización callejera, el artista concede suma importancia a esa realidad existente en toda gran ciudad que es el tráfico rodado. Al mismo tiempo nos plantea una atmósfera densa producida tanto por la contaminación como por el desarrollo lumínico que produce el momento elegido. Además, se concede especial importancia a los múltiples puntos visuales que se encuentran habitualmente en las calles de nuestras grandes ciudades: letreros, semáforos, señales y, por supuesto, las luces de los vehículos que configuran todo paisaje urbano.

La obra se estructura en una composición muy bien equilibrada. Por un lado la parte de la izquierda presenta el caserío madrileño de forma mucho más abocetada, anulando casi por completo la ilustración concreta de los edificios y concediendo toda la importancia representativa al tránsito circulatorio, en ese momento de mucha densidad. Por su parte, el lado derecho de la obra, prácticamente vacío de tráfico, concede más importancia a las áreas sin coches y a los carriles que ascienden, con el gran edificio Metrópolis que separa las dos avenidas y acentúa la acera derecha que emboca la Gran Vía donde aparece la masa arbolada y se adivina el normal ambiente ciudadano.

Este paisaje de Ricardo Galán Urréjola responde claramente a su ideario pictórico. Estamos ante un claro ejemplo de expresionismo figurativo. El artista se aparta de un ejercicio de mimética representación para dar una mayor dimensión a la expresión de la realidad. Ésta se nos muestra de forma escueta, sin efectismos virtuosos, sólo marcando mínimamente la ilustración de esa realidad que aparece abocetada y llena de fortaleza plástica. El paisaje callejero se nos muestra vivo, con toda la potencia de una ciudad en toda su vehemente dimensión urbana, delimitándose los registros representativos hasta exactos esbozos expresivos.

En la pintura nos encontramos una pincelada valiente, apasionada, gestual; unos calores cálidos, sabiamente escogidos para que formalicen esa escueta realidad ilustrada de máxima expresividad que caracteriza la obra de este autor y, una atmósfera constitutiva que matiza lo real y potencia la dimensión del conjunto.