A Pepe Molina le pasa como a los grandes vinos de Jerez, esos que todo el mundo sabe que existen, que forman parte del patrimonio eterno de la ciudad y a los que se acuden, muy de vez en cuando, para deleitarse con su imperecedera magnificencia. Pepe es artista imprescindible, forma parte de la más trascendente realidad artística de la ciudad pero sólo se acude a él cuando se quiere poner en valor lo más significativo de nuestro arte. 

Pepe Molina es un pintor de siempre; un artista del que se está seguro; el autor de una obra sabia, lúcida, consciente y con infinitos registros. Y, quizás, puede que sea esto último aquello que mejor defina su trabajo: pintor capaz de todo; con una seguridad tremenda, aprendida en las muchas horas pintando de todo. 

'Rosa efímera', de Pepe Molina.

Fue Pepe Molina de los primeros artistas con los que entablé contacto cuando comenzaba mi andadura por la crítica de arte. Desde el primer momento descubrí a un pintor con mayúsculas, convencido y convincente; con una escuela aprendida delante del caballete y con capacidad creativa suficiente para afrontar cualquier situación por difícil que ésta fuere. Por eso su pintura nunca se ha detenido en un único argumento sino que se ha adentrado por difíciles derroteros donde la figuración desentrañaba sus más amplias y complejas posiciones. 

Es Pepe Molina, artista solitario, poco amigo de los saraos artísticos habituales ni de las exuberancias que tanto abundan en la profesión; éstas, a veces, con poco sentido y menos trascendencia. No obstante es pintor de los que encuentras, de aquellos que están dispuestos a la máxima colaboración y que, siempre, aporta su conocimiento, su valía y su solvencia en el trabajo. 

Su pintura es elegante, pulcra, rigurosa – define a su propia personalidad – y deja entrever un realismo que él manipula con toda la máxima contundencia artística. A lo largo de los años, lo hemos visto en muchas historias de una pintura poderosa, sin resquicios formales, argumentando el mejor clasicismo, ese que eterniza los postulados más conscientes de la pintura. Y es que la obra de Pepe Molina goza de los planteamientos artísticos de siempre, que no pasan de moda porque son verdaderos, porque mantienen intactos los espíritus que garantizan la modernidad, esa que está en permanente estado de convincente actualidad. 

'Ars Longa', de Pepe Molina.

En la pintura de este artista los esquemas de la realidad suscriben sus más seguras posiciones. Lo más inmediato encuentra argumentos para describir escenas donde se descubre un anecdotario de felices situaciones. Lo real se ilustra con precisión pero sin abrumar, sin esos efectismos que hacen dudar y que, más bien, cuestionan la obra y al que la hace. Pepe Molina sabe extraer a lo más cercano sus más bellas circunstancias. Lo hace porque sabe hacerlo, sin distorsiones, sin mentiras empáticas que embaucan, con conocimiento de la pintura realista, con gestos que materializan lo real para hacerlo creíble, fácil y hasta entrañable. 

Ha sido y es pintor de figuras a las que trata con respeto, ofreciendo que ellas impongan su estamento plástico y conceptual. Ha sido y es pintor de paisajes, de esos que descubrían sabiamente las atmósferas conformantes, que marcaban los hálitos de un ambiente que él sabe hacer denso cuando era necesario o sutil y etéreo cuando lo exigía el guion de la representación. Ha sido y es pintor de escenarios posibles e imposibles, donde habita simplemente una humanidad cercana o unos desarrollos ficticios que él, no obstante, conseguía hacer creíbles. Ha sido y es pintor de actitudes; todas aquellas que pasan por su mirada cómplice y a las que hace, sin excesos, eternamente modernas. Ha sido y es, en definitiva, artista total que sabe, sobre todo pintar; que no está para historias extrañas y ajenas a lo que realmente debe ser el centro neurálgico del arte: simplemente la creación por sí misma. 

En este sabio estamento se encuentra Pepe Molina actualmente; haciendo una pintura de máxima lucidez, de aciertos compositivos, de suma inteligencia. Una pintura que está fuera de toda duda; que no sabe de modas ni de modos interesados; que sólo admite los rigurosos esquemas de la creación, de ese proceso creativo del que él es un sabio hacedor y del que está en permanente estado de fidelidad porque; en definitiva, es un artista que sólo busca el placer del arte por el arte.