Cultura

Personalísima pintura de acción

LA comparecencia de Garikoitz Cuevas en una exposición individual - también en las colectivas - nos llena de inmensa satisfacción y nos hace, incluso, hasta confiar en la justicia artística, esa que tantas veces se presenta esquiva, arbitraria y poca digna. Quiero con esto decir que el pintor de Sanlúcar, uno de nuestros artistas con más personalidad, autor de un lenguaje pictórico único e intransferible, artista serio y sensato, no ha tenido demasiada suerte en estos caprichosos e ilógicos sistemas de la plástica donde, muchas veces, algunos ineptos y de escasas luces artísticas son manifiestamente potenciados y sus obras protagonistas, sin mucho merecimiento, de muchas y buenas situaciones expositivas.

Garikoitz Cuevas es un pintor que interesó desde un principio; muy joven ya deslumbraba por sus esclarecedoras posiciones en una pintura que él hacía distinta, concediéndole un nuevo sentido; fue artista que evolucionó con sensatez y criterio y que ha llegado a la actualidad con unas alforjas creativas llenas de madurez, carácter y unas particulares maneras que lo convierten en uno de los pintores que más clara e indiscutiblemente ejecuta la pintura. Por eso duele que un artista de este corte, en posesión de una verdad absoluta, con una pintura distinta, llena de las mejores propuestas formales y alejada de todo encasillamiento, no se encuentre toreando en las mejores plazas y encartelado con los primeros espadas del escalafón y en los mejores catálogos. Así pues, una aparición como esta, aunque sea en un espacio modesto y no habitual en los circuitos expositivos, pero que debe valorarse su disposición en colaborar en el maltrecho paisaje artístico del momento, sirve para mantener vivo el contacto con la gran pintura del artista sanluqueño y para constatar que Garikoitz Cuevas permanece en el esclarecedor segmento creativo en el que, siempre, se ha encontrado.

La exposición en este bellísimo hotel que se encuentra en el entrañable dédalo callejero de Sanlúcar, nos vuelve a llevar a ese interesantísimo proceso plástico que surge del ideario estético de Garikoitz. El puzzle compositivo, a modo de teselas cromáticas, dispuestas de forma aleatoria, siguen creando esa expectación alrededor de una materia que el artista busca que patrocine todo su poder formal, dejando que la pintura, por ella misma o lo que queda después de que esa especie de collages sean arrancados de los soportes, manifieste un impactante desenlace plástico, lleno de intensidad creativa y suma personalidad.

La pintura del artista sanluqueño, desde aquel año 2006, cuando obtuvo el Premio Focus Abengoa, ha ido ganando en intensidad expresionista, en esencia abstracta, dejando que la forma plástica ejerza su máxima potestad y atrape la mirada para que, desde ella, se capte todo el poder simbólico de los colores y que, en su conjunto, desencadene expectación cromática y sirva para adentrarse por la íntima emoción que producen tan espectaculares desarrollos matéricos.

Estamos, de nuevo, ante la personal interpretación que realiza un artista sobre el expresionismo abstracto, toda una lección de lo que es esa pintura de acción - action painting, la llamaron los americanos allá por los años cincuenta de la anterior centuria - que nos hace posicionarnos en los espacios arbitrarios que hace posible el dominio absoluto de la materia hasta concederle lo que ella pueda manifestar de forma aleatoria.

Nos alegramos inmensamente de poder volver a encontrarnos con la obra de uno de nuestros más esclarecedores artistas; un artista con un lenguaje personal que hace de la pintura un ejercicio de apasionante acción formal.

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