Cultura

Perversos juegos infantiles

Compartiendo el importante espacio expositivo que posibilita el espectacular Castillo de Santa Catalina con la gran exposición de Eugenio Granell, se encuentra una interesantísima muestra de María García Ferrer, una autora malagueña que se nos presenta con la inmediata y más entrañable firma de Mari García. Inmediato, entrañable, ingenuo, amable, festivo... adjetivos todos válidos para el trabajo diferente y lleno de feliz encanto de esta artista que juega con la evocación de los trabajos infantiles, la interpretación de una iconografía básica sobre la infancia y con la visión esencial de un universo de sensaciones donde lo más sencillo adquiere una suprema potestad.

No es nueva la realidad artística que se nos ofrece en esta muestra. En las primeras vanguardias se hizo felizmente manifestación, sobre todo, desde el mundo pararreal de los surrealistas, que ejercieron una influencia capital en este estado de emociones que supone interpretar lo real desde el prisma, siempre lleno de amplia pureza, de los ojos infantiles. Y eso es lo que nos ofrece esta artista, un especialísimo desarrollo ilustrativo en el que todo gira alrededor de unas muñecas que se convierten en protagonistas de un universo presentido donde todo puede ser posible desde el imaginario infantil en el que, también, se puede encontrar desenlaces muy a contracorriente y alejado de lo que se supone la ingenuidad de los niños - a veces, también, crueles, déspotas y terribles -. Así nos encontramos muñecas felices, tristes, bellas, horribles, graciosas, humildes, recargadas..., y hasta suicidas.

Pero la obra de esta artista no se reduce a la interpretación ingenuista de una infancia feliz que trasciende una realidad sin aristas. Mari García se adentra, al mismo tiempo, en unas circunstancias transgresoras, en elementos casi perversos de una humanidad que, desde lo más pequeño, puede alcanzar estados de extremas situaciones. Las poupées de la artista malagueña son juguetes provocativos, pararreales, canallas, suicidas, onanistas, contrastes posibles de una sociedad donde todo es susceptible de todo desde un simple y aparente juego de niños.

La exposición que se presenta en el antiguo recinto militar deja constancia de una humanidad que, de real, ha perdido ciertos rumbos para mostrarse mediante formas metafóricas que dejan transcribir situaciones de apreciable mediatez. Juegos infantiles con vocación de eternidad, asuntos de un momento vital que rompe el hilo argumental de la existencia cotidiana para asumir nuevas posiciones donde lo más entrañable se adentra pos situaciones nada felices; todo lo contrario, transitan por esquemas que plantean historias poco felices.

Mari García nos ofrece una obra diferente, apasionante, con referencias a un surrealismo que a veces, hace sonreír, otras provoca sonrojo; casi siempre inquietud. Sabios recursos emocionales de una obra de trazos sencillos y significaciones de amplio contenido.

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