Raquel Martos | Periodista y escritora, autora de 'Los sabores perdidos'

“Me he enamorado de Jerez”

  • La escritora presenta el 14 de diciembre en La Luna Nueva su novela ‘Los sabores perdidos’, una obra que sirve de ‘terapia’ para recuperar los recuerdos a través de la cocina

Raquel Martos, autora de 'Los sabores perdidos'

Raquel Martos, autora de 'Los sabores perdidos' / Carlos Rosillo

Cocinar para otros es conectar con una zona íntima de quien se sienta a la mesa, con sus recuerdos, con sus sentidos, con sus sensaciones, con sus emociones. En un plato de comida caben la alegría, el disfrute, la melancolía y el erotismo; en los sabores cabe la vida entera”.

La periodista Raquel Martos y la chef Gabriela Tassile han unido su amor por el fuego lento y el olor a sofrito en el libro ‘Los sabores perdidos’. La obra se lee, se huele, se come, se siente. Gracias al relato de Martos y a las recetas de Tassile el lector viaja a los sabores de su vida. A aquellos que un día se quedaron clavados en su paladar y aún sólo pensándolos se le eriza la piel.

En 'Los sabores perdidos' no sólo hay recetas con jerez o cómo se hace la propia berza, sino que dos de sus personajes son de Jerez. Una muestra de todo el cariño que le tiene a la ciudad de su querida Juana la del Pipa y su gran amigo Juan Herrera. Y sí, lectores. Martos vendrá a Jerez para presentar ‘Los sabores perdidos’. La cita es el próximo 14 de diciembre a las 12.30 horas en el jardín de la librería La Luna Nueva (Calle Barja junto al número 3).

En la primera página del primer capítulo ya hay una referencia a Jerez. ¿Cómo nació su vinculación con la ciudad?

A través de un amigo, Juan Herrera. Es un enamorado del flamenco y se fue a Jerez. Conocí Jerez de visita con Juan y Pepa y me fui enamorando de Jerez de la Frontera hasta el punto de que me considero un poco jerezana adoptiva. Llevo la bandera de Jerez por todas partes, porque me ha enamorado absolutamente, e incluso barajo la posibilidad de irme a vivir allí cuando me toque jubilarme. Imagina hasta qué punto está en mi corazón.

¿Cuándo se enamoró tanto de la cocina como para escribirle un libro?

La cocina tiene mucho que ver con mi familia. Somos una familia que le damos mucha importancia a la cocina. Mi madre es una gran cocinera, una cocinera de su casa, que es la cocina de la que habla ‘Los sabores perdidos’. Mi abuela también lo era y todos los recuerdos que tienen que ver con mi familia están muy ligados con la cocina, a compartir mesa, a mezclar los orígenes de mis abuelos... De eso va la novela.

Mis dos novelas anteriores no iban de cocina pero me he dado cuenta de que sí que estaba presente. Aparecía además como ese elemento cuidador de las madres, elemento social en el que en una cena siempre hay un vino... En esta ocasión, cuando un día Gabriela Tassile me dijo que quería escribir un recetario y que yo hablara de la relación que tiene la cocina con la emoción pues pensé que teníamos que ir más allá. Empecé a caminar por esa idea de ‘Los sabores perdidos’ y me pareció una metáfora estupenda para hablar de muchas otras cosas, como lo que vamos perdiendo a lo largo de la vida, de lo que vamos olvidando y que a veces merece la pena parar, probar un sabor antiguo para recordar quién eras y en qué te has convertido.

'Los sabores perdidos' me pareció una metáfora estupenda para hablar de lo que vamos perdiendo a lo largo de la vida, de lo que vamos olvidando.

El estrés y la rutina provocan la pérdida de conexión con esos sabores, y en su libro la ‘cocina emocional’ es un personaje más...

Estamos hiperconectados y vivimos a caballo en una contradicción entre el tiempo que queremos disponer y el que dejamos para ello. Por eso amo Jerez, amo su ritmo. Cuando llego cambio casi físicamente, me encuentro de otra manera. Por ejemplo, hablar con una panadera en Madrid es imposible, en cambio en Jerez sí se hace y no pasa nada, no hay prisas. Se disfruta. La cocina es un lugar fantástico para parar el tiempo, se necesita concentración, es emoción.

Escribe que “las conexiones que establece el humor contiene más química que una anfetamina”. ¿Qué momento vive el humor?

Yo utilizo el humor para comunicar y para vivir. En Jerez por ejemplo el talento que hay para expresar el dolor con humor es increíble. Pero el humor está en un momento peligroso porque se le tiene miedo y lo políticamente correcto acaba con el humor.

¿Cuál es su plato especial, ese con el que viaja en la memoria?

Siempre me acuerdo de los filetes rusos con tomate. Mi madre los preparaba un día antes del día de la piscina. Era un día entero en el agua, espectacular. Jugábamos, era la vida. También son especiales las comidas de Navidad, la sopa de pescado de mi madre, la tarta de manzana con la que gané un concurso en el instituto...

La primera receta del libro son unas croquetas de trufa y jerez. ¿Las ha probado?

La receta es impresionante y la maestra Gabriela las hace muy pequeñas, parecen las perlas de un collar. Las recomiendo. En realidad recomiendo todas las recetas que aparecen en el libro porque es la cocina de casa. Creo que la segunda parte de este libro es lo que experimentan los lectores con estos sabores.

También habla de la berza con mucho cariño en su libro, ¿tiene alguna anécdota?

Tengo dos berzas jerezanas favoritas. Una es de una vecina del barrio de Santiago, Dolores. Dolores representa esa manera de ser jerezana. Y la segunda de mis berzas favoritas es la de mi amada Juana la del Pipa, una diosa del flamenco y patrimonio jerezano. La llevo en mi corazón, es grandiosa. Las dos la hacen divinas. La berza es un plato que acuna.

La receta que aún se le resiste...

¡Ya la he conseguido! La leche frita. Más que el sabor, lo que no conseguía era la textura. He hecho muchas pruebas. Y lo reconozco, la repostería es lo que más miedo me da. Antes tenía también miedo a los pescados a la sal, me costó animarme a hacerlos. Gabriela dice que hay que cocinar con amor. Hay que meterse en la cocina con tiempo y con productos de mercado.

¿Qué es lo más bonito que le ha regalado este libro?

Los mensajes que me dejan los seguidores en las redes sociales, me cuentan cosas preciosas. Un seguidor me contó que cuando murió su abuela se perdió la receta de sus albóndigas y que un día haciendo limpieza la encontraron escrita con su letra. También una persona por Twitter me contó que había sido ludópata y que dentro de todo su proceso de recuperación, había recuperado el amor por la lectura con ‘Sabores perdidos’.

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