Sabbioneta, ciudad ideal

Moreno bastardo

Jerez, 29 de octubre 2014 - 08:38

EN la iglesia dedicada a San Francesco en Arezzo se encuentran el ciclo de frescos que narra la leyenda de la vera cruz, una de las obras maestras de Piero Della Francesca, ese genio del renacimiento, cuyos estudios sobre la perspectiva fueron capitales en la posterior evolución no solo de la pintura, si no también de la arquitectura y la filosofía.

En ese tiempo del Renacimiento, el hombre se preocupaba menos de los asuntos mundanos y dedicaba su quehacer a preocupaciones más elevadas. Una de las temáticas recurrentes de los pensadores y sabios de aquel prolífico periodo fue el de la ciudad ideal. Si bien es cierto que desde la antigüedad algunas celebridades de la arquitectura como Vitrubio ya redactaron manuales sobre esta temática, generalmente tendemos a asociarlo al renacimiento, cuando la ciudad cobra una especial importancia una vez superado el periodo medieval mucho más ligado al feudalismo y por ello a la vida agrícola. Es ahora cuando la ciudad vuelve a cobrar una especial importancia como centro de la existencia humana, una unión que no hará más que estrecharse con el devenir de los siglos.

Pero más allá de los numerosos textos dedicados a tratar este asunto, desde eclesiásticos como Tommaso Campanella, un monje dominico italiano que teorizó sobre la ciudad ideal, en su obra de carácter utópico llamada La Ciudad del Sol o a artistas como Piero Della Francesca, cuyos estudios sobre la perspectiva fueron fundamentales en la evolución de la pintura y la arquitectura, lo que de verdad señala al renacimiento como periodo fundamental para entender este concepto es la cantidad de experiencias que tratan de llevar ese concepto utópico a la realidad. Este hecho se da con particular fuerza en la península itálica donde los gobernantes imbuidos por el espíritu humanista financiaban proyectos para tratar de realizar la ciudad ideal, un lugar donde pudieran converger las aspiraciones y exigencias de aquel momento.

Ciudades creadas ex-novo como Palmanova, construida por la Republica Veneziana en la actual provincia de Udine, con una planta en forma de estrella de nueve puntas que aún se conserva, con el objetivo de controlar las incursiones de sus principales enemigos: los austríacos y los otomanos; o radicales intervenciones urbanísticas como la realizada en Pienza, en la Toscana, donde el papa Pio II imprime al centro urbano de su ciudad natal un fuerte carácter renacentista, son ejemplo de la búsqueda del modelo de urbe ideal. O como Sabbioneta, construida entre los años 1554 y 1591 en una zona estratégica que dominaba las vías de comercio fluviales y terrestre de la llanura Padana, enclavada entre el ducado de Milán, por entonces de dominio español, el ducado de Parma y la diócesis de Cremona.

El hecho extraordinario es que esta pequeña maravilla de la arquitectura ha conservado casi intacta su estructura con el paso de los años, como se aprecia en la extensión de su circuito de murallas con forma estrellada que destaca como una inmensa mole en medio de un panorama llano, donde solo destaca algún pequeño bosquecillo de abedules. A pesar de que durante la complicada herencia del ducado algunos de sus principales edificios desaparecieron, aún se pueden apreciar en su interior la Piazza Ducale, la iglesia de Santa Maria Assunta, el teatro Olímpico o la interminable arcada de la Galleria degli Antichi. Hoy en día si uno se acerca por allí encontrará un lugar casi deshabitado lo cual le confiere una especie de aura de irrealidad, como si se hubiera viajado hacia atrás en el tiempo; por suerte no es así del todo y aún se encuentra algún espacio de vida, como el pequeño bar donde degustar un estupendo gnocco fritto, una especie de masa frita, acompañado de queso, salame y una buena copa de lambrusco. Ramón Glez. de la Peña Gil

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