Sueño de una noche de verano
El IV Enclave del Sol, que organiza la Fundación Gerardo Núñez y Carmen Cortés en Trebujena, reúne a unas 600 personas en una velada de flamenco y jazz que tuvo a Barón, Sambeat y Ruibal como invitados
La solidez, contundencia y pulcritud musical que ofrecen los directos del ensemble de Gerardo Núñez no entienden de revuelo de mosquitos ni escenarios sostenidos por la inestable albariza. Es como una especie de sueño estival acudir cada año, y ya van cuatro ediciones, al anfiteatro natural de Cerro Jaranilla, en la vecina Trebujena, para disfrutar al raso con las mejores notas de las seis cuerdas del genio jerezano, las cuales guían el exquisito hacer de su familia artística y de unos invitados de auténtica excepción. Un disfrute, sobre todo, por el hecho de presenciar y contagiarse de un recital concebido más como reunión entre amigos, como una suerte de jam session, que como propuesta de espectáculo en el sentido estricto de la palabra.
En la propuesta hay mucho de lo que viene presentando Gerardo en sus conciertos -el más cercano, en el pasado Festival de Jerez-, pero también surgen apariciones estelares y colaboraciones inusuales, bajo la apariencia de la improvisación y la llama espontánea del arte, que nos hacen vivir momentos de pura magia y delicia entre girasoles y viñas, en un marco de campiña inigualable producto del ingenio de la fundación Gerardo Núñez y Carmen Cortés. Entre la noche del sábado y la madrugada de ayer, en el solsticio de verano, fueron el bailaor alcalareño Javier Barón y el cantautor portuense Javier Ruibal quienes acudieron, además del saxo y flautista Perico Sambeat -más habitual en los conciertos de Gerardo-, como invitados a la llamada del IV Enclave del Sol. Ninguno de ellos defraudó.
Los dos primeros aparecieron en la segunda parte de la velada y, junto a los colaboradores habituales del guitarrista jerezano y su mujer, la bailaora catalana Carmen Cortés, ofrecieron ricas pinceladas que elevaron la redondez y brillantez de un directo de lo más sugerente y heterogéneo: con amplios pasajes para el jazz, toques de world music, canción de autor y mucho, mucho flamenco.
Sobresalió el dueto de Ruibal y Guadiana entonando Pasará, uno de los himnos más populares del autor de Pensión Triana; y brilló Javier Barón, Premio Nacional de Danza 2008, a golpe de soleá por bulerías en la potencia vocal de Jesús Méndez, con su clásico recuerdo para Frijones, y del propio Guadiana, cantaor extremeño que evocó tercios de su tío Porrina de Badajoz. El bailaor sevillano mostró, en apenas unas pinceladas, sus habituales pasos y mudanzas: verticales, vertiginosos y que le hacen casi levitar. Incluso en un rumbero paso a dos con Carmen Cortés derrochó clase y espontaneidad, dos de sus grandes virtudes de sobra conocidas.
El cante fue gran protagonista de la noche, con espacio para que Méndez cantara las soleares y alegrías de su disco Jerez sin fronteras y un par de tonás acompañadas por un saxo a modo de golpe de yunque; mientras Guadiana se fue por aires de Levante, con especial gusto en los tarantos de Manuel Torre. Pero si el cante tuvo parcela de privilegio, también cobraron mucho relieve los acordes de Gerardo y los vientos de Sambeat, que construyeron el cuerpo y la refrescante atmósfera de un concierto eminentemente instrumental.
Para entrar en ambiente, inauguró la noche Plaza jazzpaña, el mítico tema del disco Cruce de caminos, primer gran encuentro entre el superdotado tocaor jerezano y el saxo y flautista valenciano. Génesis de una exploración entre flamenco y jazz que continúa a día de hoy. Luego llegó La habana a oscuras, una de las grandes composiciones de Gerardo, entre la ida y vuelta y el latin jazz, en la que pone de manifiesto su virtuosa ejecución ligada a una proverbial maestría en la contención y los cambios de ritmo. Un lujazo. Antes, el alumno de Rafael del Águila encendió el ambiente con guajira y bulerías en las que una Carmen Cortés felina, estilizada, regaló estampas y poses imposibles, movimientos a cámara lenta y marcajes apolíneos: serenidad, perfección corporal y equilibrio.
El habitual pulso, con dosis de comicidad y complicidad, entre el contrabajo de Pablo Martín -en el que sonó incluso el himno de Riego, en honor a Trebujena, adscrita a la red de municipios republicanos- y la percusión de Ángel Sánchez Cepillo puso el interludio en la reanudación de la velada. Momentos más tarde, en Calima, el Gerardo concertista volcó sobriedad sobre el escenario e hizo descender varios grados la temperatura en un cerro en el que, tres horas después de que comenzara el espectáculo, ya empezaba a refrescar.
Para concluir el recital, antes del fin de fiesta por bulerías en el que participaron todos los integrantes del cartel de este nuevo y exitoso Enclave del Sol, Ruibal y Gerardo recordaron las primeras grabaciones del cantautor portuense con grandes éxitos como Boca de rosa y Pa' mi corazón, amén del ya mencionado Pasará. Buen sabor para una noche de ensueño, larga y cálida, en la que la buena música ayudó a mitigar los rigores de un verano anticipado sobre un cerro perdido entre un mar de cepas y girasoles. Larga vida a un enclave que, sin demasiados apoyos ni en lo público ni en lo privado, ha conseguido erigirse en todo un referente cultural para la provincia.
También te puede interesar
Lo último