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Crítica de música
Jerez/Si mi memoria no me falla, fue hace siete años, a principios de 2017 cuando vi la última representación de esta producción Jerezana de la Traviata de Verdi. El montaje fue el mismo, una contrastada y exitosa producción propia del Teatro Villamarta.
Los asiduos del género, saben que pese a ser una de las óperas más conocidas y representadas de todos los tiempos, eso no significa para nada que sea una ópera fácil. Más bien todo lo contrario, precisamente porque una buena parte del público que asiste a sus representaciones hoy día conoce bien su música, sus arias, coros y el argumento de los amores entre Violeta y Alfredo, lo que favorece que el público haga comparaciones entre las distintas versiones de esta obra basada en la Dama de las Camelias de Alejandro Dumas.
Por eso, entre otras muchas razones, los cantantes, coro y orquesta tienen que emplearse a fondo. Es decir, lo que en términos deportivos significa tener que “sudar la camiseta”.
Y en ese terreno la gran soprano española, Sabina Puértolas se mueve perfectamente. Es una luchadora incansable, versátil y tenaz. Y lo demostró sobre las tablas del Villamarta.
Ese plus de versatilidad que la caracteriza, se suma a su cualidad de soprano lírico-ligera con la calidez necesaria para bordar el personaje de Violetta Valéry, que además requiere gran agilidad para dar vida a la coloratura de la particella. Esos tres puntos fuertes de Sabina: Calidez, coloratura y versatilidad presidieron el reestreno de la Traviata villamartina. Es cierto que de menos a más conforme avanzaba la representación, pero es que además cuajó una interpretación redonda en lo actoral. ¡Brava!
Antonio Gandía encarnó a Alfredo Garmont, el coprotagonista de esta obra de Verdi. Muy bien equilibrado en el reparto con Sabina Puértolas, Antonio Gandía hoy día es un consolidado tenor que demostró su capacidad lírico-ligera y también su versatilidad en esta representación. En lo canoro armonizó fácilmente tanto con Sabina Puértolas como con José Antonio López. Su puesta en escena también fue creciendo conforme avanzaba la obra. ¡Bravo!
El barítono José Antonio López supo darle altura de miras al conflicto moral que describe el personaje de Giorgio Germont, padre de Alfredo y que sufre ante la duda de la defensa del honor familiar estricto y la comprensión de la desesperación de Violetta ante la amenaza de que le arrebaten a su amado Alfredo. Fue muy creíble en el personaje, con una línea uniforme entre su capacidad canora e interpretativa. Muy bien.
Y llegado este punto, tengo que decirles que a la misma altura que los protagonistas, en el foso, estuvo el director de orquesta Manuel Busto. Su actitud de compromiso total con la obra me entusiasmó. Condujo la orquesta con guante de seda, dando aire a los cantantes, pero sin renunciar sacarle el máximo partido a la Orquesta de Córdoba. Su batuta siguió en todo momento a los cantantes, con quienes dinamizó de manera decidida e impoluta desde el foso villamartino. ¡Bravo!
El coro del Villamarta, esencial en esta ópera estuvo a la altura, aprovechando los estupendos momentos de lucimiento con los “fuertes” que permite la partitura tanto en el primer como el segundo acto. Muy bien.
Una Traviata mágica que hace resurgir una y otra vez la afición Jerezana a la Ópera cuando los tiempos lo necesitan. Una producción que se ganó el reconocimiento del público al concluir la representación, con una gran ovación. Un as que el Villamarta guarda en sus almacenes y archivos, y que sabe jugar oportunamente en momentos importantes. Enhorabuena a todos los que de una u otra manera han participado en la puesta en escena de esta veterana Traviata.
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