25 de abril

Mortero bastardo

El arquitecto Siza, junto a sus dibujos.
El arquitecto Siza, junto a sus dibujos.
Ramón González De La Peña

Jerez, 29 de abril 2015 - 05:00

UNA de las cosas que se le quedaron grabadas la primera vez que visitó Portugal fue una inscripción en una pared de una casa de un pueblo cualquiera: 25 de abril sempre. Cruzaban el Alentejo en un R5, camino de Lisboa, unos pocos años después de la revolución de los claveles. Esta había generado en el país vecino importantes cambios en el ámbito de la arquitectura: se iniciaron planes de vivienda popular en los que se hicieron encargos a arquitectos hasta entonces marginales. De entre ellos surgió Alvaro Siza Vieira, que más tarde se convertiría en el arquitecto de referencia para aquellas generaciones de estudiantes, de un lado y del otro de la frontera hispano portuguesa.

Aquella visita sería la primera de otras muchas que realizaría en el futuro al país vecino, siempre intentando encontrar los edificios construidos por el maestro, que iban apareciendo con frecuencia en las publicaciones especializadas. Unos más cercanos, como las viviendas sociales en Évora, que tantas y tantas veces estudiaron. Otros en Oporto, a donde viajaría para conocer las primeras obras tan trascendentales: las piscinas de Matosinhos, el restaurante Boavista o la Quinta da Conceiçao; volvería a Oporto otras veces: la Facultad de Arquitectura, la Fundación Serralves. La biblioteca de Aveiro, la iglesia de Marco de Canevezes, que tanto recuerdan a la catedral de Évora sin parecerse en nada, o la guardería de Peñafiel también fueron motivo de viaje. Y el Centro Galego de Arte Contemporáneo de Santiago de Compostela, las viviendas de Berlín o las de La Haya en Holanda.

En agosto de 1988, un barrio del centro de Lisboa, el Chiado, ubicado entre el Barrio Alto y la Baixa, la zona que se asoma al río Tajo, tuvo un importante incendio que afectó no sólo a comercios y oficinas, sino también a importantes edificios históricos. El Chiado se recuperó gracias a un proyecto de renovación que duró una década. El incendio destruyó 18 edificios, hubo multitud de heridos y dos muertos, más de 300 personas desalojadas y cerca de dos mil trabajadores quedaron en el desempleo. La reconstrucción fue encomendada a un equipo de arquitectos y otros profesionales coordinados por Siza. Unos años más tarde pudieron visitar las obras de reconstrucción guiados por el propio arquitecto. Para entonces ya habían recorrido Lisboa a través de la literatura de Fernando Pessoa y de Antonio Tabucchi y de los fados de Amalia Rodrigues.

Con el tiempo, el número de los arquitectos portugueses de los que aprender fue creciendo: Souto de Moura, alumno distinguido de Siza, como él mismo lo fue antes de Fernando Távora, el maestro de todos; Carrilho da Graça; Manel Aires Mateus. Y a medida que las visitas se repetían aparecieron otros edificios luminosos que se fueron incorporando a su cuaderno de apuntes: La Fundación Gulbekian en Lisboa, la Casa da Música, realizada por el arquitecto holandés Rem Koolhas en Oporto, o unas viviendas de Teresa Fonseca en Matosinhos, que ya hubieran querido muchos arquitectos más prestigiosos haber construido.

Y cómo no, las vacaciones en el sur: Aljezur, las praias de Odexeice, Arrifana, Bordeira, Carrapateira... el cabo de Sao Viçente, Sagres, End of the road. O las más cercanas a Ayamonte: Pedras do Rey, Cabanas de Tavira o Cacela Velha. Arquitectura blanca recortada frente a cielos azules, frente al mar azul, el océano que lo envuelve todo con una bruma húmeda y nostálgica que hace tan atractivo el vecino territorio portugués.

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