Carmona Otero. Una historia cercana
Artistas de Jerez
EL problema, tanto en el arte como en la vida, es que somos muy olvidadizos y lo más inmediato borra por completo lo que, poco tiempo antes, era lo más noticiable y estaba en primerísima plana de la existencia. Es lo que le ha pasado a este fotógrafo. Han sido muchos los hechos que lo han llevado a otros espacios profesionales y se ha dejado atrás su gran faceta: la de fotógrafo profesional. Una larga carrera extrayendo imágenes del entorno para hacerlas noticias y llevarlas hasta la cercanía de la gente. Porque José Antonio Carmona, antes de ser director de Onda Jerez, de estar en otros quehaceres en el organigrama del Ayuntamiento, fue Carmona Otero, un reconocido fotógrafo y también un cámara de televisión que estaba en lo más último de una fotografía a la que él concedía una especialísima dimensión. Es más, al Carmona Otero fotógrafo, todavía y por todas partes, lo encontramos con una pequeña cámara captando imágenes de una ciudad que él recoge con el apasionamiento del que la ama y de la que quiere dejar su eterna estampa de pueblo que encierra historia, belleza y vida.
José Antonio Carmona Otero fue importante autor de aquella fotografía que en los años setenta se hacía con mucha ilusión y una fuerte carga de entusiasmo. No es por tanto un advenedizo; no ha llegado a la fotografía por modas y por querer ser artista como les ha ocurrido a otros tantos que, con nada, se creen, absolutos potenciales de un arte que les quede muy de lejos y que, con un móvil en las manos, juegan, sin saber ni siquiera quién era, a ser más que Cartier Bresson. Además, fue uno de los primeros que, en Jerez, presentó en solitario una muestra de fotografía, cuando, incluso, era difícil hasta exponer en la ciudad. Es, por tanto, un fotógrafo de los buenos que en Jerez han existido y que, además, está en posesión de un lenguaje muy especial; lenguaje fotográfico – sobre todo en blanco y negro – que lo lleva a ser considerado como un fotógrafo muy a tener en cuenta porque, además de saber lo que hace, sabe cómo hacerlo llegar para que sus obras tengan un complemento visual de extrema consideración.
En los últimos tiempos, las series de Carmona Otero se han visto, además, de en numerosas exposiciones, publicadas en bellos libros de fotografía que ilustran ese pasional conocimiento de la fotografía que tiene este autor y que subraya la realidad aplastante de algo realizado con conciencia y sobre todo con un desarrollo artístico de fuerza y contundencia visual.
La obra de este autor se enmarca en los parámetros de un neorrealismo urbano. La ciudad, sus espacios, la gente que los transita y los habita, los encuadres domésticos que pasan desapercibidos para la mirada despreocupada, los sencillos parámetros de una sociedad con sus infinitos matices, son protagonistas de una fotografía que desentraña la realidad y la ajusta a unas coordenadas estéticas llenas de sentido y carácter creativo.
Carmona extrae al blanco y negro todo su poder plástico; desarrolla en cada imagen una poderosa interpretación de la realidad; sus encuadres escenifican un capítulo de un relato existencial extraído, sin aditamentos ni afeites desvirtuantes, sólo con su contundencia formal, su interés expresivo y su ilustración clara de un paisaje urbano con sus actuantes desapasionados. Y es que la fotografía del artista jerezano es un testimonio realista de un pasaje y de sus protagonistas que dejan entrever sus marcas posicionales, sin que se pulan ni extravíen los espacios ni actúen los personajes. Son retazos de una realidad estática que el fotógrafo extrae de su estable posición sin apasionamiento ni exuberancias compositivas, sólo aprehendiendo la sutil belleza de lo que se presenta sin artificio alguno.
Carmona Otero es un fotógrafo de verdad; un fotógrafo fotógrafo que hace de lo mínimo, máximo absoluto. Con su cámara magnífica cualquier encuadre por pobre y mísero que fuera y eleva a la categoría artística los pequeños esquemas de la sociedad, esos que pasan desapercibidos para casi todos y se convierten en apasionantes modelos de la mirada sabia y enamorada del artista grande. Lleva toda su vida desposeyendo a la realidad de su anónima situación y elevándola a una nueva categoría, la artística; dimensión que su fotografía asume como documento notarial y, a la vez, como pulcro testimonio de una obra adscrita al mejor neorrealismo existencial.
La fotografía de Carmona responde a una mirada limpia, capaz de quitar la hojarasca a la realidad para que ésta ofrezca sus preclaros y diáfanos horizontes. En su obra todo es susceptible de componer una apasionante historia gráfica. Es fotógrafo de Semana Santa; pero no de esos que buscan lo fácil porque no tienen sentido artístico alguno. En sus imágenes de los días santos, Carmona Otero busca encuadres distintos, imágenes que dañarían la vista de los pusilánimes pero que descubren al artista sabio y certero. Lo mismo ocurre cuando acude a otras facetas de la fotografía. Sabe captar el momento, el personaje, la escena y positivarlos como un excelso relato donde se cuenta una historia bella pero real.
En Carmona Otero nos encontramos esa página de la historia de la fotografía que queda eternamente guardada en los recovecos del alma y que surgen para rememorar esa feliz historia que nunca ha pasado porque es eterna.
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