Artistas de Jerez

Nuria Guerra. Los buenos argumentos de la gran escultura

Nuria Guerra con una de sus esculturas.

Nuria Guerra con una de sus esculturas.

LA escultura ha sido una de las tendencias de mayor nobleza de las Bellas Artes. La historia lo demuestra. Sin embargo, hoy, no goza de buena salud. Aquella vieja y augusta modalidad artística que tanta trascendencia concedió a la creación de todos los tiempos y, sobre todo, cuando los griegos y los romanos le otorgaron la suma potestad dentro del gran arte clásico para abrir los caminos de una estética que se hizo más y más grande, está sumida en una manifiesta postración de la que, mucho me temo, va a costar hacerla revivir.

Muy escasa dimensión alcanza, viendo como otros planteamientos ocupan el espacio importante que ella tanto tuvo. No son buenos tiempos ya que los escultores han abandonado su posición de artistas en ejercicio, porque la realidad del mercado artístico es otra -salvo esa pequeña isla ocupada por los encargos de las instituciones religiosas, cofradías y hermandades, sobre todo, que siguen demandando piezas aunque, dicho sea de paso, la calidad de la mayoría se nos parece más que dudosa-, y porque los artistas han dado un paso atrás al encontrarse con una especialidad compleja y exigente. Todo esto ha dado como resultado una modalidad en clara vías de inquietante perdurabilidad.

No obstante, todavía, podemos encontrar algunos héroes que siguen la entusiasta senda de una escultura que se quiere importante, grande, de verdad, determinante y portadora de los valores eternos del arte. El escultor ha sido un autor sabio, con unos argumentos creativos muy poderosos y un lúcido manipulador de la forma plástica para desde la mera materia generar una realidad artística que requiere mucho compromiso y entusiasmo. Si a todo esto añadimos que la escultura es un modo de expresión difícil, muy difícil, costoso, muy costoso, no todo el mundo se somete a tan determinantes circunstancias. No obstante, todavía, existen, esforzados artistas que rinden pleitesía a una modalidad artística que no debe perder, por nada del mundo, su histórica trascendencia. Nuria Guerra forma parte de ese grupo de escultores que siguen trabajando entusiastamente y dando forma tridimensional a una idea poderosamente concebida y acertadamente establecida desde los parámetros de la gran escultura de siempre.

Nuria Guerra llega al universo artístico sabedora de que quería ser escultora. En su familia existieron los elementos apropiados para seguir un camino que ella conoció de primera mano. Muy joven empezó a ver recompensada su vocación y pronto pudo comprobar cómo algunas de sus obras llenaban sitios estratégicos de calles y plazas de Jerez en honor de los hombres y mujeres que habían contribuido a elevar a la máxima categoría el asunto flamenco, así como otros personajes ilustres de la ciudad.

Bajo relieve de la artista jerezana. Bajo relieve de la artista jerezana.

Bajo relieve de la artista jerezana.

Los nombres de Tío José de Paula, don Antonio Chacón, Diego Rubichi, Manuel Torre, Fernando Terremoto, Ramón de Cala o don Miguel Primo de Rivera forman parte de la realidad callejera de Jerez, gracias al trabajo de esta artista. Son bustos, de correcta estructuración formal y suma fidelidad a los modelos, que mantenían las estructuras esenciales del retrato escultórico.

Poco a poco el nombre de Nuria Guerra fue tomando altura y muchos encargos se sucedieron -Monumento de San Juan Bautista de la Salle, en el Mamelón, el de Las Edades del hombre, en la plaza de San Andrés, así como algunos en otras ciudades españolas- dando validez a una carrera que, ya, estaba alcanzando cotas importantes.

La artista jerezana plantea una escultura donde lo real marca las rutas a una representación muy bien acondicionada en continente y contenido. La figura expande su máxima potestad; sabe estructurar las piezas dentro de una escenografía que potencia la realidad del entorno al tiempo que abre las perspectivas de un sentido significativo de máximos argumentos. En sus obras todos los elementos configuran un estamento superior que redunda en la definitiva potestad de una obra, siempre, construida con el entusiasmo y la verdad de la gran escultura tradicional -aquí el valor del término encierra los estrictos registros de la escultura: forma, volumen, criterio artístico, potencia expresiva y desarrollo funcional de lo que se representa-.

En su haber encontramos una larga lista de realizaciones que culminan en un espacio creativo muy significativo: la escultura religiosa. A lo largo de su carrera, Nuria Guerra se ha descubierto como una artista de especial sentido para plasmar el espíritu pasional demandado por las corporaciones religiosas y que responde a un sentimiento que hace perdurar la gran imaginería.

Esculturas de Nuria Guerra en la plaza de San Andrés. Esculturas de Nuria Guerra en la plaza de San Andrés.

Esculturas de Nuria Guerra en la plaza de San Andrés.

Con un conocimiento exacto de la difícil realidad artística que supone este tipo de obras, la artista concede particular dimensión a una iconografía que, no por repetida, no siempre desencadena acertados planteamientos. La artista jerezana conoce el paño a la perfección y sabe de los intereses de los que demandan tales realizaciones. Sin embargo, su obra no se pliega a las burdas repeticiones que encontramos en este tipo de trabajos y que siguen -o quieren seguir- a modelos que fueron acertados pero que dejaron muchos seguidores con manifiestas carencias.

Nuria Guerra no se deja llevar por las modas y por los deseos miméticos de equívocos interesados. Ella plantea una línea escénica muy particular, con infinito sentido de lo que supone la religiosidad y con unas marcas creativas personales y llenas de absoluta dimensión artística. Muchas son sus obras que ocupan lugares destacados en los enseres de hermandades y cofradías y muchos son los encargos de instituciones religiosas para llenar de espiritualidad el patrimonio artístico de las mismas. En Jerez, las Hermandades del Amor, de la Exaltación, de la Amargura o del Perdón, lo atestiguan y lo hacen público cada Semana Santa.

Nuria Guerra es una escultora que hace posible que la gran escultura sea, todavía y a pesar de muchos, una absoluta y gran realidad. Es, además, una artista que no se deja llevar por las modas y por los intereses de los que sólo ven con ojos miopes. Ella continúa haciendo grande la escultura y dando una especial dimensión a un arte que debe seguir eternamente vivo.

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