Félix J. Palma · Escritor

"En cierto sentido, este proyecto ha cambiado mi vida"

  • 'El autor presentará hoy, a las 20 horas, en la Fundación Bonald su obra 'El mapa del caos'.

-'El mapa del caos' supone el cierre de la 'Trilogía Victoriana', que toma inspiración en tres títulos de H.G. Wells: 'La máquina del tiempo', 'La guerra de los mundos' y 'El hombre invisible'. ¿Por qué estas tres novelas?

-Porque, dentro de la producción de Wells, estos tres títulos se encuadraban en lo que podríamos llamar "literatura especulativa", ciencia-ficción o, como los llamaban en la época, "romances científicos".

-No lo sabía...

-Esa fue la acuñación que los editores ingleses le dieron a las novelas de Verne. Creo que ya fue a mitad de siglo cuando, en varias revistas de Estados Unidos, se acuñó el término ciencia-ficción, que terminó imponiéndose... Porque además "romance" tenía otra connotación que se ha ido perdiendo. De hecho, llegué a pensar en añadir "Un romance científico" como subtítulo a El mapa del tiempo... Toda esa era una literatura, en fin, en la que Wells había empezado a trabajar ya desde joven, que inaugura con La máquina del tiempo y en la que se puede incluir también La isla del Dr. Moreau. Luego, su editor le diría que escribiera cosas más serias, pero en esas cuatro novelas, H.G. Wells desarrollaría, sin saberlo, tramas que se han convertidos en fundacionales dentro de la ciencia-ficción; le tocó una época en la que todo lo que escribieras al respecto tenía un enfoque novedoso, y así creó subgéneros como los viajes en el tiempo, las invasiones marcianas o el científico loco.

-Pero no fue el primero.

-Desde luego. Pero, hasta ese momento, por ejemplo, Verne había dado una visión muy positiva de lo que podría ser el futuro o los logros humanos. Con Wells esto no es así. Cuando empecé a escribir El mapa del tiempo, que toma como referencia la propuesta de La máquina del tiempo, pensé que sería muy atractivo hacer lo mismo con las otras dos. Y menos mal que me planteé una trilogía porque con una tetralogía habría terminado extenuado...

-Es curioso que, a lo largo de la serie, se ha ido definiendo cada vez más esa recreación retrofuturista, de steampunk...

-Con la primera entrega creo que el logro fue sorprender al lector, haciendo algo que no se había hecho, presentando una novela que parecía más anglosajona que española. Ahora se están haciendo cosas al amparo del steampunk, parece que hay un brote repentino y, de hecho, muchos citan la serie como la primera novela steampunk en castellano... Pero lo cierto es que cuando empecé a escribirla no tenía conciencia de estar haciendo algo así... Aunque, por supuesto, esa relación me abrió la brecha y decidí continuar la senda en las dos entregas siguientes. Las he publicado y he tenido la gran suerte de que los lectores sigan la trilogía con esta propuesta, porque lo cierto es que llevaba mucho tiempo alejado de la ciencia-ficción cuando la comencé... El steampunk pudo tener su origen hace años, con títulos como Las puertas de Anubis, Demonoid o La Máquina Diferencial, y era simplemente un género minoritario, pero después se convirtió en una especie de estética, más del cine que de la literatura. Pero eso ha servido para impulsar el género.

-Es normal que 'El mapa del tiempo', y por extensión la trilogía, quedará incluida en la corriente porque, jugando al retrofuturismo, podrían definirse como propios del género incluso títulos del XIX, como los de Verne o 'Frankenstein'... Todos ellos tienen mimbres parecidos.

-Desde luego: todos hablan de logros increíbles, de adelantos y ciencia, de una estética muy concreta... De hecho, desde que me han puesto como abanderado del género, he ido a un montón de convenciones y ferias, y progresivamente he ido metiendo elementos muy propios del steampunk en la historia. En El mapa del caos, con su virus de la cronotemia y sus cyborgs perseguidores, hay varios elementos muy propios del retrofuturismo. Pero, de entre todas sus subtramas, hay una que es puro steampunk, la que aparece en el prólogo, pensado como un homenaje para saldar la deuda con los fans. Cuando publiqué la antología (Steampunk: Antología retrofuturista, Fábulas de Albión), llamé a escritores que no estaban relacionados con el steampunk, pero que me gustaban como autores y habían hecho cosas relacionadas con la fantasía. No se había publicado nada al respecto. Desde hace un tiempo sí que ha empezado a surgir tímidamente una literatura steampunk. De hecho, ahora de lo que tengo ganas es de escribir algo puramente en esa línea.

-Esta serie de novelas es un todo conjunto, pero está escrita de manera que cada uno de los libros puedan leerse individualmente... ¿qué diría que tiene de diferente El mapa del caos?

-Bueno, lo primero es decir que el estilo sigue siendo el mismo, y he de confesar que estoy deseando volver a escribir sin ese corsé porque lo cierto es que agota. Su principal diferencia radica en que tiene una estructura de novela detectivesca, aprovechando que Conan Doyle aparece como personaje y es homenajeado en la novela. Las entregas de Sherlock Holmes plantean un montón de misterios que parecen no estar relacionados entre sí y luego se van trenzando hasta la revelación final. En esta novela pasa igual: hay un montón de tramas que no tienen relación entre sí y terminan juntándose en una sola línea. Esta estructura detectivesca la enfrenta a sus predecesoras, que encajan más en la novela de aventuras. También creo que se nota la evolución en el tratamiento de los personajes ya que, conforme he ido escribiendo, he tenido mucho más tiempo para conocerlos. Los he hecho evolucionar: de hecho, uno de ellos empieza como villano y después se redime.

-Dado el juego de realidades que se da en la historia, casi pienso que el mapa del caos deben haber sido los apuntes...

-Muchos saben que soy de los que escriben con mapa. Cuando escribí El mapa del tiempo, lo hice con un esquema muy vago: tendría como mucho diez páginas. En esta última, el esquema tenía cerca de cincuenta páginas, con todo desglosado y contado al milímetro. Juego otra vez con la idea de un multiverso donde Wells es el protagonista, pero aparecen dos Wells más. Así que el diagrama de líneas temporales tenía que estar muy calculado, contando con los que saltan de un universo a otro.

-La teoría de las cuerdas como palanca de la fantasía...

-Sí, más que de viajes en el tiempo, toda esta historia habla de mundos paralelos.

-Digamos que la idea que remacha esta entrega es que todo lo que se puede soñar o fantasear existe en alguna parte.

-La fantasía, literalmente, salva vidas. O, por lo menos, sublima algunos días, y hoy día pienso más que nunca en ese lector que quiere una novela para evadirse, para entretenerse y pasarlo bien. Siempre he dicho que hay algunos escritores que hacen pensar y otros que hacen soñar, y yo soy de los últimos, aunque tenga que haber de los dos.

-Vemos el siglo XIX como algo vetusto cuando, hasta muy recientemente, los logros que en gran parte han configurado nuestra realidad provenían de esa época -especialmente, si lo alargamos hasta la Gran Guerra-. Incluso nuestros miedos o la forma de entender lo extraordinario vienen de entonces.

-Creo que la época victoriana resulta especialmente fascinante por lo que tuvo de disposición a la credulidad. El mundo era todavía un lugar ignoto, los exploradores aún no habían terminado de perfilarlo y la ciencia, aunque estaba progresando y en su máximo apogeo, todavía no había dicho qué era posible o qué no, así que se podía pensar que había vida en Marte o en el centro de la Tierra... Dentro de esta brecha se cuela el espiritismo, por supuesto. Incluso la ciencia con mayúsculas se puso a estudiarlo.

-Tras comprobar que el humilde vapor de agua puede mover toneladas o que la volátil electricidad puede manejarse, uno podría creer cualquier cosa...

-Claro. La tecnología de aquella época se vendía de forma muy parecida a la magia. Y toda esa credulidad aparece aquí también, con personajes como Crookes, tan estrafalario que parece inventado. O la expedición que cuento al Polo Sur. Era una época tan extravagante que, al meter ficción y realidad juntas, no se sabe qué es real y qué no.

-Como Valerie de Bompard, parece que encuentra de lo más sugerente el estudio de monstruos y anomalías.

-Bueno, intento dar una explicación a través de los viajes en el tiempo, porque bajo esa clave se pueden interpretar muchas cosas, desde los espíritus hasta los monstruos del imaginario. No lo puedo separar de lo literario: he desarrollado una visión literaria de las cosas y todo lo filtro a través de aquí. Me atraen literariamente. Joseph Merrick, por ejemplo, es un personaje fascinante. Cuando inicié la trilogía no era consciente de lo atractiva que era en sí esta época, pero sí sabía de la existencia del hombre elefante por la película de Lynch, que me traumatizó de niño, y me permití el capricho de meterlo sólo por meterlo. No aporta nada a la trama, sólo el gusto y el placer de imaginarlo.

-Con esta trilogía, ha dicho, pretende realizar un homenaje a los autores del XIX, que eran capaces de hacer "una literatura popular y culta".

-Es que entonces no se planteaba que la literatura no tuviera que estar bien escrita. Lo que hicieron los autores más conocidos del XIX puede que sea lo más parecido a un best-seller actual, sólo que ahora parece que, para vender, cuanto más sencilla sea la prosa, más lectores se consiguen. Ellos no lo planteaban así: querían escribir cerca del lector pero sin descuidar el estilo. Y yo quería hacer un best-seller anacrónico, imitando el estilo del XIX y que la prosa, la escritura, fuera un valor en sí mismo, no un vehículo de la acción.

-Una de las cosas que más me ha sorprendido de todo este proyecto es su extensión. Siendo un autor que viene fundamentalmente del relato, de repente, se lanza con una trilogía.

-A mí también me ha sorprendido encontrarme, de repente, con una trilogía. Cuando me puse con El mapa del tiempo no sabía que la aventura iba a ser tan extensa. Ahora, mirándolo con retrospectiva, puedo decir que lo mismo me pasé con la documentación. De hecho, me gustaría ver cómo lo hubiera hecho con la conciencia de que iba a ser una trilogía, algo que al principio no tenía. El mapa del tiempo no estaba concebida para ser primera parte de nada. Si fuera tal bombazo que la serie se reeditara, probablemente quitaría material accesorio que no aporta mucho y ataría mejor ciertos cabos que me ha costado atar en esta parte. La segunda novela me propuse que sería más corta, y fracasé. Al empezar la tercera, ya tenía asumido que en año y medio tenía que escribir 600 páginas... Esto ya me ha quitado el miedo para cualquier cosa. Evidentemente, ahora me da la sensación de que puedo con todo.

-Siete años. Más de dos mil páginas. ¿Qué le ha supuesto un proyecto semejante?

-Es un proyecto al que estoy infinitamente agradecido porque me ha cambiado la vida, entre comillas. Hasta el Premio Ateneo de Sevilla, yo vivía como sabes prácticamente de los premios. Más o menos, me mantenía mientras trabajaba en la siguiente novela para otro premio. Y, de hecho, hasta que no se produjo el boom de las traducciones esa era la línea, más o menos. Esto ha cambiado profundamente el concepto con el que afronto la escritura, y ya todo está sujeto a contratos, adelantos... Incluso diría que el premio a El mapa del tiempo cambió la propia trayectoria del Ateneo. Lo que más me ha costado, probablemente, ha sido no desfondarme, no desanimarme aunque en esta tercera entrega era ya muy consciente de mis lectores, y eso es algo que sí me gusta mucho de las redes sociales. Antes, el contacto con tus lectores era casi nulo: tal vez en las firmas de las Ferias del Libro... Pero aquí, si me desanimaba me decía: "Venga, que hay gente esperando esta historia". Sabes que lo que estás escribiendo tiene un sentido, y te anima a rematarlo con dignidad.

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