Lectores sin remedio

El conde Tokray

"Más de una vez he pensado volver. Incluso, dijo, he pensado ¿en qué podría trabajar yo? Y he tenido una idea. … yo mismo me podría convertir en un museo… bastaría que me instalaran en una habitación de alguno de los viejos palacios, que me rodearan de la decoración adecuada y de la servidumbre que se usaba entonces y yo podría ser un museo viviente de las costumbres y los modales de la antigua Rusia… Sería una instructiva experiencia para los jóvenes; yo podría ser visitado por escolares, delegaciones provinciales, incluso por turistas extranjeros", dice el conde Tokray, un curioso personaje de la novela 'Respiración artificial' de Ricardo Piglia. El pobre conde no tiene donde caerse muerto, vive del sablazo que puede darles a conocidos y amigos y, como pueden ver en el fragmento, se considera una pieza de museo, un objeto histórico en serio proceso de desaparición y, con él, buena parte de la cultura de todo un país: la Rusia zarista. Cuando visitamos los museos, los monumentos, iglesias, palacios, casas señoriales, etc., sólo apreciamos el continente, el espacio vacío que dejaron, hace ya mucho tiempo, las personas que en ellos habitaron; y sin embargo, los lugares son sólo un elemento más de una historia cuyos principales protagonistas, aquellos que la escribieron, son los clérigos en sus monasterios e iglesias, los grande señores, los reyes en sus castillos. Tanto ayer como hoy con los denodados esfuerzos de investigadores, y ahora con las nuevas tecnologías, no es muy difícil hacer la reconstrucción de acontecimientos históricos que tuvieron lugar en esos espacios que ahora visitamos, incluso "las costumbres y los modales" a los que se refería el conde Tokray, sin necesidad que convertir las iglesias, castillos y palacios en museos vivientes, trabajo al que aspira el conde. Los mercadillos medievales o los servicios que ofrecen algunos paradores no son más que un atractivo, sin mayores pretensiones, que añadir a la oferta turística. Y sin embargo, a pesar de estas tan exactas recuperaciones del pasado que nos proporcionan los medios actuales, tenemos la sensación de que mucho de lo vivido se va perdiendo, irremisiblemente olvidando. El conde Tokray lo ha sabido ver perfectamente: detrás de las costumbres, de los modales, de los decorados y la servidumbre, está la persona y su conciencia del tiempo que le ha tocado vivir, la adaptación a ese tiempo, la actitud ante la vida y sus circunstancias; sus emociones, sus relaciones con los demás, es decir, esa intrahistoria que es imposible transcribir en palabras o reflejar en imágenes, a menos que nos traslademos al plano de la suposición. Es esa misma sensación de pérdida que observamos, siguiendo con la Rusia zarista, en Mijail Astrov, el médico de 'Tío Vania', el drama de Anton Chejov, para quien su refugio en la naturaleza es una forma de ponerse a salvo de un mundo en desaparición. Un tiempo muere, ¿cuánto se lleva con él? Tokray en su indigencia, o quizá por ella, lo sabe. José López Romero

Con el agua al cuello

Petros Márkaris. Tusquets, 2011

Una de las virtudes de esta nueva historia en la que se ve envuelto el comisario Jaritos, que ya se ha hecho con un meritorio hueco entre los personajes relevantes de la novela negra, es su actualidad, algo que ya se nos insinúa desde el título. Y entre los europeos sin duda los griegos tengan esa sensación más que los demás, por lo que Jaritos no es inmune a la desazón y la angustia que azotan a sus compatriotas. Él mismo es presa de las mismas sensaciones en la resolución de este nuevo caso, que además le pone tras la pista de un asesino, que con el asesinato de un banquero, parece querer jalear aún más a la opinión pública contra el orden establecido. No es una historia más ésta de Márkaris, pues en ella la actualidad, como decíamos al principio, tiñe e incluso atrae nuestro interés más que la propia resolución del caso. Muy interesante. R.C.P.

Asta Regia, la fiebre de la tierra

J.López /R. Clavijo. Bubok, 2011 .

Créanme que hemos sopesado la conveniencia de anunciar en esta sección este libro del que somos autores los responsables de esta página. Pero si lo hacemos con todos o casi todos, incluidos muy especialmente los de autores locales ¿por qué teníamos que ocultarlo? No emitiremos sin embargo ninguna opinión, eso lo dejamos para los futuros lectores, aunque ahí va una pequeña sinopsis del mismo: sobre el hilo conductor de las excavaciones que está realizando Manuel Guerrero, arqueólogo municipal, en las ruinas romanas de Asta Regia, antigua ciudad ubicada a las afueras de Jerez de la Frontera, la trama se bifurca en dos ejes: el primero, basado en un hecho histórico, relata la vida, traición, muerte y venganza de Aulio Trebellio, caballero romano de Asta Regia; el segundo, el enfrentamiento de la Guardia Civil y el maquis en un momento crucial para el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y la lucha por el norte de África (formato digital). R.C.P.

Oficio de tinieblas 5

Camilo José Cela. Argos Vergara, 1976.

De vez en cuando no está mal traer a esta sección libros que no nos atreveríamos a recomendar ni a nuestro peor enemigo. Y uno de ellos sin duda es éste al que no somos capaces ni de adscribir a un género literario determinado. Ya el propio Cela lo decía entre jocoso y resignado, que podía contar con una sola mano los lectores de su 'Oficio de tinieblas 5' y quizá hasta le sobraran dedos. Un mérito no se le puede sustraer a gran Cela: su capacidad de experimentar y, fruto de ella, la variedad de sus registros narrativos. Otros, mucho menos capaces, pero tan lenguaraces como el marqués de Iria Flavia, han hecho fortuna con el planteamiento, nudo y desenlace de toda la vida. El 'Oficio de tiniebla 5' es una sucesión de secuencias inconexas, sin pie ni cabeza, como diría el castizo, de muy difícil digestión. El párrafo que antepuso Cela lo dice todo: "naturalmente, esto no es una novela sino la purga de mi corazón". Sólo para lectores masoquistas (que los hay). J.L.R.

La fontana de oro

Benito Pérez Galdós. Alianza, 1973.

En estos meses que ya nos van a anunciando lo que se nos viene encima con las celebraciones de 1812 (no hay escritor que no esté preparando o incluso haya publicado ya alguna cosilla), no podemos por menos que reivindicar la portentosa figura literaria de Benito Pérez Galdós. Nadie como él supo convertir en literatura la sociedad convulsa de nuestro siglo XIX, y nadie como él la engastó en los acontecimientos históricos que se sucedieron en aquella centuria. Hoy traemos, a modo de ejemplo o muestra, su primera novela, 'La fontana de oro', publicada en 1870 y ambientada en el Madrid de los años 1820-1823, es decir, el trienio liberal del teniente coronel Rafael del Riego, que daría posteriormente lugar a la llamada 'Década Ominosa' del infame Fernando VII. La maestría narrativa de Galdós nos va paseando por aquellas calles y cafés de Madrid ('La fontana de oro' era uno de ellos) en plena efervescencia política. J.L.R.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios