Crítica

Lo cómico de lo absurdo con la firma de Tricicle

  • El viaje teatral de la pantomima sin palabras aterriza en el Villamarta

Tricicle, durante la representación de 'Hits' en el teatro Villamarta

Tricicle, durante la representación de 'Hits' en el teatro Villamarta / Vanesa Lobo

Obra: Hits. Dirección: Tricicle Teatro Villamarta. 22 de noviembre de 2019.

En un mundo donde prima lo negativo, la confrontación y la disputa, acudir a un espectáculo lleno de todo lo contrario hace recuperar energías. De eso se encargan con profesionalidad un grupo de actores dedicados en cuerpo y alma a burlarse de ellos mismos como nadie y a reírse de las situaciones como todos. En realidad, se trata de un viaje interestelar a bordo de un objeto volante no identificado que llega como un halo de aire fresco comandados por los miembros de Tricicle.

Podría ser un artefacto espacial, marítimo o quizás mejor un dron sobre dirigido a modo de nave aérea que, por rara que parezca en este siglo, sigue surcando los cielos desde hace décadas, con vuelo regular, incluyendo los puentes aéreos de todos conocidos y que en esta ocasión ha vuelto a aterrizar en el aeropuerto de Villamarta-Jerez para regocijo de algunos agraciados que esperaban ávidos tal fenómeno paranormal y nada menos que con tres funciones como tres conatos de salida hacia el infinito. Vuelo que, una vez más, se reivindica como relajante para el mundo onírico de las risas. Viaje donde los pilotos y la tripulación se encargan de hacernos el tiempo más corto, donde se invita a los invitados a grandes dosis de sentido del humor, y a no menos del absurdo, donde se trata de explicar perfectamente las puertas de emergencias y sus consecuencias y en el que se ofrecen clases magistrales para no abandonar la nave en marcha si se quiere pasar un rato bueno.

Ellos, los tres avanzados de la pantomima y el clown, con traje inmaculado de actor cómico, pulcramente planchado, con maquillaje y peluquería y zapatos relucientes, y sobre todo el lujoso anagrama de su grupo en el cuello que con tanta honra y garbo pasean desde hace cuatro décadas por los cielos de todo el mundo. Nosotros, los entregados a sus movimientos escénicos, abrochados los cinturones, con ojos como platos en busca de cualquier registro que entre las cabezas de los demás viajeros, pudiera escaparse si se parpadea. No en vano, todas las explicaciones de mímica de estos azafatos de la ironía son capaces de tener en vilo hasta el final a todo el pasaje, a cientos de kilómetros por hora y sin solución de continuidad. Mímica embadurnada de lenguaje gestual, recreado sin limitaciones, que es lo que dignifica sobe manera a este grupo de tripulantes de su propia compañía aérea 

Durante el recorrido, se nos entretiene con sketchs concisos de toda la vida, unos más completos que otros, elevados por obra y gracia de la descompresión de oxígeno de las alturas, a la categoría de pequeñas obras de arte del género de la pantomima, la comedia del arte, el lenguaje gestual, la improvisación o la danza dramática india, sin olvidar el enorme trabajo físico por los pasillos imaginarios y las bodegas de la nave, que se imaginan agotadores, aglutinando utilería, combinando escenario y calles, creando teatro sin ocupar espacios pero ganando en la composición sin reparos del buen uso de cualquier rincón que se preste entre proscenio y bambalinas.

Los miembros de la tripulación demuestran horas de vuelo infinitas, un marketing propio de las grandes multinacionales, un inteligente acercamiento a la persona en vez de al turista y una magnífica condescendencia para romper la cuarta pared durante todo el recorrido, recibiendo al personal al subir a bordo de esta locura, al despedirlo hasta un próximo vuelo y durante la travesía acojonando según se mire.

Una cuidada imagen empresarial y un trabajo de equipo técnico y artístico hacen el resto para llevar la nave a buen puerto.

La novedosa puesta en escena usando de los grafismos y las proyecciones hacen que el viaje sea más ameno que de costumbre, y engrandece las situaciones enmarcadas en imágenes. Los diferentes registros vocales, la variada puesta en escena, los mutis justificados y cronometrados y los efectos especiales sonoros y luminosos como pausas escénicas consiguen que el tiempo pase volando. La iluminación como armonizadora de ambientes se consigue hasta tal punto, que en determinados momentos asistimos boquiabiertos a un espectáculo de color y sonido a modo de videocine gratuito para el pasaje.

Como siempre, la elegante concatenación de conflictos hace que, por simple, se atestigüe la complejidad técnica de los cambios de escenografía y de vestuario como la mejor de las virtudes para acercarse más a la técnica del clown donde algunos sonidos añadidos certifican la verdadera importancia de conducir con destreza y precisión un aparato de estas características cuando se atraviesan turbulencias. Sonidos que saben a relajantes musculares para que el idioma internacional de estos profesionales sepa dulce y a la vez envolvente, como umbral de la creación que antecede a la palabra, y como preámbulo de la emoción que les lleva a moverse en el pasillo del teatro de la vida de cualquier nave en movimiento con esa destreza inequívoca.

De ahí que en realidad el viaje se transforme en un juego para niños y para adultos, para convertir el juego en material escénico, a falta de conflicto dramático, para que los gags sean el propio nudo de un texto enriquecido por lo emocional y para lo que se denomina en este tipo de viajes, el trabajo sobre el vacío, convertido en el desenlace de todas las acciones. Sus propios miedos o sueños los transmiten de tal manera que nunca alcanzan a provocar ansiedad. Sus formas de uso del cuerpo para crear movimiento atesoran tranquilidad para ese mismo pasaje que acaba por relajarse en sus butacas agradeciendo el esfuerzo de los protagonistas. Para aprender esta técnica hay que reírse de uno mismo, enmarcar los defectos y sacarles provecho, de ahí que este grupo de profesionales hayan desarrollado una forma tan convincente de trabajo de actor para atender a los pasajeros a los que invitan a viajar con ellos, llegando a un nivel de introspección tal que en las alturas y entre nubarrones se crea personajes llenos de riqueza y que en la búsqueda de un aterrizaje de emergencia de la realidad que nos rodea a diario son capaces de bajar a pista haciendo la mejor de las extrospecciones trasladándonos una visión muy propia de cómo ellos ven el mundo que les rodea.

Lo importante del teatro que no usa la palabra como enganche es conseguir que el riesgo del cuerpo hecho clown y que el espacio hecho fantasía consigan aunar los entresijos para hacer que cualquier intento de subir a las alturas del parnaso sea atractivo y a la vez alucinante. La intención es lo que cuenta, y en este caso sea con el acrónimo que sea, se consigue conocer de primera mano los nombres y apellidos con mayúsculas, de unos tripulantes; su árbol genealógico y su titulación como pilotos de naves teatrales. Porque su propuesta de viaje astral denominado 'Hits' es en realidad una hipersecreción interestelar trascendentemente socarrona.

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