Cultura

¿Quién dijo que el musical había muerto?

  • Los proyectos de 'Into The Woods' y 'Annie' confirman la pervivencia de un género que tiene en 'Amanece en Edimburgo' y 'Begin Again' sus últimas muestras

El encantador vuelo de Goldie Hawn en los márgenes del río Sena de Todos dicen I love you, la resistencia de Nicole Kidman a entregarse a Ewan McGregor con un enorme elefante como testigo en Moulin Rouge! o esa tendencia a propasarse con las cuchillas del barbero Johnny Depp en Sweeney Todd. Ese musical al que muchos daban por muerto se ha pasado las dos últimas décadas demostrando su supervivencia a través de un catálogo variopinto, que oscilaba entre la alegría desatada de Mamma Mia! o Hairspray y el dramatismo de Bailar en la oscuridad y Los miserables,entre la deslumbrante aparatosidad de Chicago y Nine y el intimismo de cintas como Once y Les chansons d'amour. Dos títulos que se han sumado recientemente a la cartelera, Amanece en Edimburgo, de Dexter Fletcher, y Begin Again, de John Carney, vuelven a poner de manifiesto esa habilidad con la que un buen puñado de canciones dignamente defendidas logran conmover al espectador como pocos recursos narrativos pueden hacerlo. Y, mientras, Hollywood prepara el estreno a final de año de dos apuestas: un remake de Annie, esa niña huérfana que enterneció al mismísimo John Huston, y la versión con la que llegará a la pantalla Into the Woods, del gran Stephen Sondheim.

Si bien el musical sigue reclamando en la actualidad un maestro que esté a la altura de sus referentes y renovadores -no hay ningún sucesor que sea digno de tomar el testigo de creadores del calibre y la elegancia de Busby Berkeley, Gene Kelly, Vicente Minelli o Bob Fosse: Rob Marshall, Baz Luhrmann o Bill Condon no lo merecen-, el dinamismo de los últimos años ha sacado del letargo, al menos, una expresión artística que languidecía. Woody Allen abrió nuevos caminos con la deliciosa Todos dicen I love you, el mismo año, 1996, en que Alan Parker, responsable de unos cuantos éxitos del género como Fama, The Wall o The Commitments, convertía a Madonna en Evita. Muestras puntuales que no hacían sospechar el interés que despertaría la causa poco después. Lars Von Trier soprendió en el año 2000 con la impactante Bailar en la oscuridad, pero la verdadera revolución vendría de la mano, un año después, del astuto Luhrmann: su montaje sincopado y kitsch, el espíritu díscolo con que reescribía viejos materiales y canciones del imaginario colectivo, además del encanto de sus actores -Kidman y McGregor en estado de gracia-, evidenciaron que el público podía seguir arrebatándose con la espectacularidad de una coreografía.

El triunfo de Moulin Rouge! permitió dar luz verde a la adaptación de Chicago, un proyecto que Fosse no pudo materializar en el cine y que acabaría dirigiendo Rob Marshall. La versión cautivó por el buen hacer de sus intérpretes -Catherine Zeta-Jones, Renée Zellweger, John C. Reilly y Queen Latifah- y por su visión mordaz de la fama, los medios y el sistema judicial. El Oscar a la mejor película conquistado por Chicago confirmaba a los estudios -Disney ya lo sabía y continuaba apostando por la música desde los fenómenos de La bella y la bestia y La sirenita- que el musical gozaba de una nueva e inesperada aceptación. Al filme de Marshallle siguieron entre otras producciones El fantasma de la ópera, ampulosa y fallida aproximación a la obra de Lloyd Webber por parte de Joel Schumacher; Dreamgirls, cinta inspirada en la historia de las Supremes que debía haberle dado la gloria a Beyoncé como actriz pero que le reportó el Oscar a Jennifer Hudson; Sweeney Todd, con la que Tim Burton hacía suyo uno de los montajes emblemáticos de Sondheim; o Nine, en la que Marshall se estrelló pese al reparto privilegiado con el que contaba... Una abundancia de títulos entre los que destacan Mamma Mia!, una fiesta vitalista con los temas de Abba como banda sonora; y Los Miserables, en la que pese a los alardes innecesarios de Tom Hooperse lograba una convincente traslación de una de las producciones teatrales más queridas.

Amanece en Edimburgo juega unas bazas parecidas a Mamma Mia!: si en ésta era el repertorio de Abba el que imponía el ritmo, en el largometraje de Dexter Fletcher son las composiciones de The Proclaimers las que marcan la pauta. La vuelta de dos soldados de Afganistán y el reencuentro con el amor y la familia da pie a un musical que, como Begin Again, tiene la virtud de reconciliar al espectador con el mundo. John Carney no pierde la humanidad con su cambio de escenario -Once se ambientaba en Dublín, Begin Again en Nueva York- y, ayudado por unos carismáticos Keira Knightley y Mark Ruffalo, enseña que sólo hacen falta sensibilidad e inteligencia para reinventar los patrones del musical.

Annie tendrá en su nueva piel los rasgos de Quvenzhané Wallis, la niña candidata al Oscar por Bestias del sur salvaje, que estará acompañada por un reparto de caras conocidas como Cameron Diaz -la villana- o Jamie Foxx. Para Into the Woods, que congrega a personajes icónicos de los cuentos, Rob Marshall se apoya en un elenco solvente, con Meryl Streep como la bruja, Johnny Depp como el lobo y Anna Kendrick como la Cenicienta. Esperemos que esta vez, el director de Nine consiga responder a las expectativas.

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