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54 Fiesta de la Bulería

Más cantidad que calidad

Barullo y Juan Manuel Moneo, en un momento de su actuación.

Barullo y Juan Manuel Moneo, en un momento de su actuación. / Manuel Aranda

Habría que preguntar al Ayuntamiento qué modelo de Fiesta de la Bulería es la que quiere. Simplemente porque cuando parecía que el formato, para mí acertado, había conseguido establecerse (con tres días de espectáculos), después de seis años, no se entiende que en este 2021 se haya vuelto a cambiar. Y ya no hablo de ampliar hasta en cinco esta cita anual, ese es otro debate, sino de estructurar cada propuesta para que no volvamos a tiempos pasados en los que el público ya no comulgaba con dicha manera.

Para entendernos, no se puede vender una Fiesta de la Bulería con un programa de distintos espectáculos pero que la estructura de estos sea igual a la de recitales clásicos, es decir, cantaor, cantaora, bailaor y bailaora sucediéndose en el tiempo. Es justo lo que pasó el sábado, algo que personalmente sorprende, porque quien estaba a cargo de la misma, Antonio Malena, sabe y bastante de montaje de espectáculos, y si no, ahí están sus 25 años con Jerez Puro o con Manuel Morao, por citar algo de su currículo.

Sin embargo, lo cierto es que la expectación creada por ‘Plazuela jonda y cantaora’, el espectáculo que cerraba esta 54 edición de la Fiesta de la Bulería, se fue diluyendo en el tiempo, primero por su rudimentaria estructuración, algo que dio pie a una duración eterna, convirtiendo los últimos compases de la misma en un calvario para público y para los artistas, pues muchos de ellos tuvieron que subirse al escenario cuando pasaban ya las dos de la mañana (se acabó a las dos y media), y claro, ante un panorama así, la motivación desaparece.

Seguramente me dirán que había muchos artistas y que todos tienen que tener su sitio, pero no estoy de acuerdo. Si se programa una propuesta como espectáculo, estos deberían amoldarse a las circunstancias porque si tenemos que dejar que todos hagan (aunque sean dos cantes) o un baile completo (en el caso de las tres bailaoras), es lógico que todo se alargue en exceso.

Tampoco ayuda que la regiduría, como ya pasó también el viernes, no exista y que la imagen dada sobre el escenario no sea la más correcta, primero con transiciones de un número a otro especialmente largas y luego con situaciones como la que vivieron Dolores Agujetas y Domingo Rubichi, que no sabían si abandonar o no las tablas ante la sorpresa del público.

Y para colmo sin presentador, algo que también fue criticado por los espectadores asistentes. No es normal que el viernes haya dos y el sábado, que se supone que es el día grande de la Fiesta de la Bulería, ninguno.

Por ello, entiendo pues que estructurar la Bulería en espectáculos, es proponer algo distinto al recital de siempre, y si no que alguien me lo explique. Más seriedad, señores que la Fiesta tiene más de medio siglo y por ella han pasado los más grandes.

A nivel artístico, el elenco elegido para la ocasión prometía buenos momentos, independientemente, y ahí no es cuestión de entrar, de que seguramente y cuando se habla de La Plazuela, faltaban muchos o sobraban otros. Cuestión de gustos. Los presentes dieron, sin lugar a dudas, lo mejor de sí, aunque, al menos en el cante, no es fácil ponerse delante de un público para cantar pendiente del reloj. Mala señal.

La noche prometía nada más comenzar, con seis voces reunidas sobre el escenario. José de los Camarones, Tomás Rubichi, El Tolo, ‘El Mijita’, Barullo y Luis Moneo iniciaron entonces una ronda de martinetes. Reunir a estos seis metales no ocurre todos los días, y el público lo esperaba con expectación. Pero el gozo en un pozo o más bien en una cueva, porque con un sonido que dejó mucho que desear (con el reverb por los aires) y nuevamente con un volumen alto, pareció que los cantaores estuvieran dentro de una cueva. Sólo un destello de Tomás Rubichi y un entonado Luis Moneo salvaron los muebles.

Comenzó entonces el carrusel de apariciones. José de los Camarones rompió el hielo por soleá apolá, bien acompañado por Malena Hijo, aunque donde se le vio más a gusto fue por media granaína, que remató maravillosamente por rondeñas, llevándose la ovación de un público que casi llenaba las algo más de seiscientas localidades que se pusieron a la venta.

Acto seguido subió al escenario Tomás Rubichi, un cantaor del que siempre se espera algo. No decepcionó, interpretando con solvencia la bulería por soleá, en la que se acordó de Carapiera. Tomás finalizó por “bulerías de la casa”, como él mismo dijo, arropado perfectamente por Domingo Rubichi, y deteniéndose en los cantes netamente plazueleros y con algún guiño a Pastora.

Entre cante y cante apareció el baile, rompiendo así la monotonía. Saray García fue la primera en comparecer para hacer tientos-tangos. Con Momo Moneo y Joaquín Marín ‘El Quini’ a los mandos, (no hay nadie mejor que él en estas lides porque controla absolutamente todo) y Juan Manuel Moneo llevando el peso de la guitarra, la jerezana cumplió como siempre, moviéndose bien por el escenario y dando buena cuenta de su manejo de los pies. Lástima que el sonido volviese a entorpecer la labor de los cantaores.

Seguidamente, Saira Malena tomó el mando con su hermano Antonio en el acompañamiento. La hija del Malena tampoco defraudó, siguiendo esa línea ascendente que mantiene. Comenzó por soleá por bulería, desglosando con firmeza cada uno de los estilos que abordó, algunos de gran dificultad como el atribuido a La Serneta. Su actuación finalizó por bulerías.

De blanco y un pañuelo de lunares en la solapa, apareció Manuel Moneo ‘Barullo’, uno de los destacados de la noche. El cantaor de La Plazuela rememoró, acompañado magníficamente por su primo Juan Manuel Moneo, aquellas noches de cabales que tantas veces se han vivido en Los Cernícalos. Por bulería por soleá, El Barullo pausó el canté, se buscó y matizó donde tenía que hacerlo. Excelente.

“Voy a dedicarles a ustedes (por el público) esta bulería, sois los que hacéis que hoy día el flamenco siga presente porque hasta el Ayuntamiento ha puesto esto en la tele en directo, esto es lo más grande del mundo”, aseguró ante las risas de los espectadores. Barullo no bajó la guardia y con letras por Jerez y plazueleras y algún recuerdo a Caracol, cerró su actuación, llevándose una gran ovación.

Volvió de nuevo el baile, esta vez con Patricia Ibáñez, que por alegrías con mantón se exprimió hasta más no poder, exhibiendo esa figura estilizada que posee.Había pasado una hora y cincuenta minutos justo cuando llegó el descanso. Tras él, el escenario se convirtió en un improvisado tabanco, aquel Cantábrico, donde se juntaron Gasolina hijo, Manuel Moneo Carrasco, Rosario Heredia, Momo Moneo y El Quini.

Comenzó así un intercambio de letras de bulerías pa escuchá con los jaleos de José Rubichi, Diego Soler, Javi Peña, Diego Malena y José Peña.Fue otro de los momentos de la noche, momento en el que también participaron Manuel Aranda ‘El Tablita’, bailando sobre una losa, El Chusco, que se despachó con varias letras (una de ellas dedicada “a mi amigo Paco El Gasolina) con el sello Méndez y con una de esas pataítas presentes en tantas Fiestas de la Bulería.

El remate del cuadro se produjo con las bulerías de Paco Peña ‘El Gasolina’, cantando con mucho regusto y sin perder el aire de Jerez, y a las que respondió la maestra Ana María López, a la que uno no se cansa de ver, porque hace lo difícil, fácil. La guinda la puso Pepe ‘El Zorri’, que a lo Carrete de Málaga, se pegó otra pataíta sentado en una silla.

Con el listón muy alto, El Tolo llegó dispuesto a darlo todo. Antonio Peña se entonó por alegrías, esas que grabó en su primer disco (’Tolo que siento’) hace unos años. Su carta de presentación fue excelente, pero mejor fue la continuación por bulerías, donde se le vio motivado y a gusto. Con el sabor más puro de La Plazuela y recordando a El Garbanzo, El Chalao y a El Torta, El Tolo brilló con luz propia en todo lo que hizo.

Como un torbellino entró en escena Elu de Jerez, dispuesta a poner bocabajo, dentro de posibilidades que el espectáculo ofrecía, a los Jardines de la Atalaya. Por seguiriyas, y bien guiada por Domingo Rubichi, la cantaora explotó al máximo sus condiciones, acordándose de Tomás Pavón y Curro Durse con ese mítico ‘Dicen que duermes’. Su aportación se completó por bulerías. “Viva Jerez y la Fiesta de la Bulería”, dijo antes de demostrar nuevamente su poderío cantaor con la espléndida guitarra de Rubichi, que rescató falsetas de Parrilla de Jerez.

Con la madrugada ya bien entrada subió al escenario Rocío Marín, que se mostró especialmente fresca en su baile, braceando con elegancia y con una notable velocidad de pies.

El remate lo pusieron tres nombres propios, Dolores Agujetas, José El Mijita y Luis Moneo, aunque por desgracia, con el tiempo en contra. Por eso, de Dolores Agujetas apenas pudimos disfrutar de una pincelada por seguiriyas, en la que dejó destellos de su personalidad, y varias letras por bulerías. De José, idem de lo mismo, tangos de Jerez, que ejecutó de categoría, y bulerías de La Plazuela con el sello Carpio.

A Luis Moneo le tocó cerrar con la guitarra de Juan Manuel Moneo. Consciente de la situación, Luis intentó reactivarla, y desde el primer momento arriesgó. Por soleá dio una lección de cómo se debe acometer este cante y por bulerías, que dedicó “a todos los que nos faltan”, remató la faena con elegancia.

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