I Bienal de Cante de Jerez

Lujos de una noche de verano

David Carpio, durante su actuación

David Carpio, durante su actuación / C.G. (Bienal de Jerez)

David Carpio y Tomás de Perrate pusieron broche de oro al ciclo ‘Herencia. Tradición Oral’ de esta I Bienal de Cante de Jerez con dos recitales para los buenos aficionados y donde el público asistente, de nuevo muy respetuoso con los artistas en cuanto a saber escuchar, disfrutó de lo lindo.

Fue el cantaor jerezano el primero en aparecer por el escenario pasadas las diez y media de la noche. De pie y perfectamente enchaquetado, David Carpio comenzó su repertorio por romances, peleándose continuamente con el cante, para engarzarlos y concluir con el pregón de Macandé.

Abordó entonces Carpio la soleá con la exquisita guitarra de Manuel Valencia como escudero y con las palmas de Carlos Grilo y Javier Peña. De quejío punzante, el cantaor, como en toda su actuación, no se andó con rodeo alguno, fue directo al grano. El aire ‘agujetero’ de la soleá de Juan Ramírez sirvió de aperitivo para encarar seguidamente los cantes de El Choza, Joaquín el de la Paula o Cádiz y Los Puertos, todos con mucha fuerza y confianza, algo que el público le correspondió con alguno que otro olé.

Despues exprimirse por soleá, se asomó a los tangos. Lejos de bajar el listón, encaró a la primera los tangos de Jerez para posteriormente a Triana, acordándose de Frijones y de Rosalía de Triana, todo con la misma vehemencia que en su anterior cante.

Sonó con ese regusto actual y añejo la guitarra de Manuel Valencia al entonar seguiriyas. ¡Qué maravilla! David tampoco titubeó. Pausando el cante y marcando los tiempos, comenzó por Frijones y acabó con un macho de Cádiz y Los Puertos (atribuido a Miguel el de Pepa y rescatado por Mairena) al que le puso todo su condimento llevándose una gran ovación.

Antes de terminar, una tanda de fandangos de calado ‘agujetero’, uno de ellos muy sentido dedicado “a mi primo Juanillorro”; y un segundo que engarzó por bulerías, ofreciendo una nota original. Por fiesta, se paseó por diversos estilos recordando letras por Jerez y de El Torta, rematando su gran actuación sin microfonía y una pataíta. El público lo despidió en pie.

Tomás de Perrate y Paco de Amparo, en su recital. Tomás de Perrate y Paco de Amparo, en su recital.

Tomás de Perrate y Paco de Amparo, en su recital. / C.G. (Bienal de Jerez)

La noche prometía. Y Tomás de Perrate no podía ser menos. “De Utrera vengo y pa Utrera voy”, dijo nada más empezar. Los sones de Paco de Amparo nos trasportaron hasta Morón, con ese toque clásico donde el pulgar y el aire acompasado son los reyes. Tomás comenzó por tientos, muy cadenciosos, y con esa voz tan particular haciéndose con el ambiente. Fueron más de diez minutos de cante, que terminaron por tangos, en muchos momentos ‘rumberos’, pero sin perder nunca la cadencia.

“Vamos a ponernos serios”, dijo antes de meterse por soleá. Su cante es natural, y su quejío parece como si nos situara en otra época. Buen conocedor del repertorio, el hijo del Perrate ejecutó estilos de La Serneta, Alcalá y Joaquín el de la Paula.

Sin tiempo para digerir el buen cante, pasó a la seguiriya, con Manuel Torre, claro está, rematando con el macho-cabal atribuido a El Planeta ‘A la luna le pío/la del alto cielo...’.

En el último tramo aligeró el tiempo por cantiñas, donde El Pinini fue protagonista, siempre con un Paco de Amparo sobresaliente, y por bulerías, con ese aire característico de Utrera, que terminó de encandilar al público. Como a David Carpio, le despidieron en pie, en una noche de verano para saber escuchar.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios