Cultura

El hombre que hacía camino

  • Su sentido del humor, el amor hacia la gente y su creatividad ya le hicieron inmortal hace tiempo

¿Qué diría Juan de un día como hoy? De su propio funeral, de su propio adiós, de ser el 13 del 3 de 2013 (tantos treces), la fecha en que definitivamente (aunque falleciera ayer) se marchaba del teatro de la vida, para habitar el teatro inmortal. "Tan gitano que era con los números", comentó alguien. Pues sin duda, se reiría de sí mismo, pero primero haría reír a los demás. Porque si algo tenía Juan Sánchez, Juan de La Zaranda, 'Don Juan' para sus alumnos de Los Marianistas, Juanito..., era sentido del humor, hasta en momentos así. Una capacidad, un privilegio que subsiste en muy pocos, y que a él le ha hecho eterno. "Ha sido una persona fundamental, para el teatro y para la vida misma", asegura Gaspar Campuzano, miembro de La Zaranda, compañía que el martes se marcha a Venezuela para retomar 'Nadie lo quiere creer'. Y sí, porque nadie lo quiere creer, porque nadie todavía puede creer que Juan haya sacado del cajón, donde guardaba tantos textos sin publicar, el epílogo para una parte importante del mundo del teatro, que se queda dolido, huérfano y vacío sin la recogida figura de su persona, siempre tan discreto, pero sin pasar jamás desapercibido, a veces maravillosamente incorregible.

"-Usted ha pasado por las tres

fases: actor, director y dramaturgo. ¿Con cuál se queda?

- Quizás me quedo con la de dramaturgo, la que más me prende. Aunque, cuando uno está enamorado del teatro en sí, las satisfacciones son todas. No me he apartado nunca de nuestro teatro. Se me ocurren cosas, escribo cuatro líneas, las retomo, busco, rebusco...", dijo Juan en una entrevista para este Diario. Y aunque fue fundador de La Zaranda (que cumple ahora 35 años), compañía a la que estuvo muy vinculado hasta los 90, reconocía que "he estado entrañablemente unido a ellos como un auto de fe. Haciendo teatro profundamente emocional. Mi unión con ellos no se ha roto, de hecho, es entrañable".

Ciertamente, nada se rompió. "Porque poco a poco hemos hecho creer que el teatro es otra cosa y que tenemos un lenguaje distinto. Lo que buscamos siempre es penetrar en la raíz y así seguir mirándonos en el espejo, con una hipersensibilidad al mundo que nos rodea", decía, emocionado, cuando La Zaranda recibió el Premio Nacional de Teatro en 2010. "Sin embargo, esto no nos va a cambiar porque se dice que hay un camino, que se hace al andar". Por eso dejó huella. "Conocía a tanta gente..., más que nadie", aseguran de él. Y es que llevó el teatro hasta su propia vida. Cada día era una función por la que nadie pagaba y algunos no comprendían. Se permitía la licencia de darle a la vida el valor que tiene, de dotarla de una escenografía al detalle llena de humanidad, sensibilidad, cultura, mucho sentido del humor, amor por la gente, creatividad...

Era un apasionado hasta el exceso de la poesía de Julio Mariscal, como lo fue de otras cosas, y cuyos versos sonaban ayer en su recuerdo en las charlas del tanatorio. En nuestra memoria quedará siempre su sonrisa y a ella nos remitimos.

Como él mismo decía, "...la obra de arte nace de Dios y a Dios regresa". Descanse en paz.

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