Interesante descenso a infiernos emocionales
LA LLEGADA DEL HIJO | CRÍTCA

La ficha
*** 'La llegada del hijo'. Drama. Argentina. 2024. 87 min. Dirección y guion: Cecilia Atán, Valeria Pivato. Música: Federico Jusid. Fotografía: Sergio Armstrong. Intérpretes: Maricel Álvarez, Angelo Mutti Spinetta, Greta Fernández, Cristina Banegas.
En su segundo largometraje las guionistas y directoras argentinas Cecilia Atán y Pivato ponen en escena un drama visual, temática y emocionalmente opuesto a su primera, gran, película La novia del desierto (2017). Lo que en ella era conmovedora sencillez, despojamiento de todo artificio, centralidad del rostro (gracias al primer plano el cine descubrió al rostro humano como paisaje dramático) y de la portentosa interpretación de Paulina García, aquí es una visual y emocionalmente tortuosa exploración de un antiguo dolor íntimo y solo propio (la herida guardada sin querer ni poder sanarla) y del dolor presente y relacional (las nuevas heridas abiertas en la relación con el otro).
Una mujer se reencuentra con hijo después que este salga de la cárcel tras ser condenado por un asesinato. Como algo de suspense emocional tiene esta película, conviene no decir mucho más. Convivencias difíciles, al límite de lo imposible. Entre una madre y un hijo que no logran convivir ni entre ellos ni consigo mismo. Y entre un pasado cargado de culpas y secretos y un presente infectado por él que desarma todas las posibles soluciones de conciliación, olvido o redención.
Poderosas interpretaciones, llevadas al límite de la sobreactuación, de Maricel Álvarez y Angelo Mutti Spinetta, muy bien secundados por Greta Fernández y una excelente -y mucho más severamente sobria- Cristina Banegas. Un estilo igualmente llevado al límite del exceso formal en la planificación, en los juegos con el tiempo del montaje (de la española Teresa Font, heredera del gran José Salcedo en el universo Almodóvar) y en la oscura -abisal- fotografía de Sergio Armstrong. Todo tiene un aire voluntaria y claustrofóbicamente teatral a lo Arnold Wesker o Harold Pinter de autopsia -porque la calidez de la vida está ausente: solo hay ardor de fiebre o frío de muerte- de las relaciones familiares, especialmente de la maternidad y la filiación, y del veneno que estas pueden inyectar en la relación de cada personaje consigo mismo.
Hay una atmósfera de podredumbre moral, de represión, de odio, de sufrimiento, de culpa que puede por igual interesar como indagación emocional en el dolor y denuncia de las represiones y prejuicios sociales, homófobos y familiares que lo causan, o alejar como complacencia estetizante en el sufrimiento con un punto de histrionismo. Afortunadamente para quienes están en el segundo grupo lo que los silencios ocultan y se va desvelando funciona muy bien como línea de tensión casi al límite de un suspense trenzado por el buen uso de los flash-back.
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