Eduardo Flores. Escritor

"A menudo se confunden el afán de notoriedad y la pulsión por la literatura"

  • El autor publica con Ediciones Mayi 'Una ciudad en la que nunca llueve' Una primera novela en la que reúne escenarios, personajes y reflexiones salpicados de humor y amargura

Una ciudad en la que nunca llueve no es, y eso queda claro desde el principio, "otro puto libro de autoayuda". La cruzada contra los manuales de psicología fácil que sostiene del protagonista sin nombre que Eduardo Flores dibuja en su primera novela nos abre el paso a una serie de escenarios, personajes y reflexiones que beben del esperpento y toman cuerpo con la angostura. La voz narrativa muestra una visión cínica del mundo que incluso "se puede compartir por momentos", pero que va alternándose con capas de humor. Una estructura en la que se mezclan amargura y risa y que "no responde al azar, como no lo hacen ninguno de los elementos de la novela -comenta Flores-. Igual ocurre con los personajes, que son casi caricaturas... He tratado de hablar un poco de cómo somos, y creo que incluso se podría identificar a gente que conocemos, por esa cualidad esperpéntica..."

Eduardo Flores (Cádiz, 1981) se confiesa autodidacta de formación, y no hay en su biografía nada que lo relacione con la actividad literaria -un detalle que puede llegar a ser de agradecer-. "Aun así, siempre he sentido una gran atracción por los libros y por la literatura -explica-. Poco a poco, por intuición o por instinto, uno va encontrando los libros que le aportan más cosas o que van marcando el camino por el que seguir. En este sentido, creo que nadie puede forzarte a leer nada: tienes que ser tú el que lo descubra. Y luego, con el tiempo, es cuando vas siendo realmente consciente de que, aparte de a lo que te dediques, todo eso, las palabras, va a ser tu oficio".

En la presentación en Algeciras de Una ciudad en la que nunca llueve, Flores apunta que contó con su profesora de Literatura en el instituto: la primera que vio que el chaval tenía "algo especial" con las letras. "Yo en esa época era un gallo de marzo: no podía permitir que nadie viera que me gustaban cosas como... la poesía". Así que decidió inventarse un código para escribir versos en los márgenes de los libros y por las esquinas de los cuadernos sin que "nadie pudiera descubrir lo que hacía".

Maestros, por supuesto, ha habido muchos, de carne y de letra: "Sobre todo, aquellos autores que han llevado una vida muy relacionada con lo que escriben y cuentan sobre eso. O aquellos que han decidido no seguir una ortodoxia en la escritura, y aportan frescura", explica Flores, señalando que no cree que el hecho de haber estado fuera de los cauces habituales sea un handicap: "A mí no me cuesta poner las tripas en lo que escribo; y no me exijo, pero tampoco me gusta pensar en límites a la hora de escribir. Creo que mis límites sólo me los puedo poner yo".

Y, ¿qué ventajas puede tener el haber ido andando solo? Pues, probablemente, el dar menos oxígeno a la impostura: "La primera pulsión de la literatura es reflexionar sobre lo que ocurre. No creo que se deba contar de cara a un lector -explica Eduardo Flores-. Milan Kundera decía que la novela es una manera de profundizar en el ser humano. Hemingway, Cormac McCarthy... me rompen los huesos del cuerpo. McCarthy, a la vez, nos enseña y se divierte escribiendo: lo que él hace con la narrativa me parece inmortal. Y Miguel Hernández también sería otro nombre; pero no tiene que ver con política, sino por lo que representa como símbolo".

No deja de ser curioso que alguien ajeno a las claves y al mundillo literario haya decidido, en esta primera novela, zambullirse en ese escenario, describiéndolo con no poco colmillo, pero también con propiedad. Su protagonista sin nombre, al que podríamos bautizar como EscritorFrustrado, es un negro editorial con un hermano crítico y un padre editor: "El mundillo literario es enemigo de los escritores y los poetas -afirma el escritor-. Yo en general suelo huir de los autores (no todos, faltaría más) porque son un coñazo. Se confunde el afán de notoriedad con la pulsión por la literatura. En un momento dado, yo decidí que ese mundo no me gustaba. El mundillo literario no tiene nada que ver con el oficio de escritor, ni con la literatura. Pero, quizá por romper una lanza a favor, no sea más que un mal menor".

Para su bautismo editorial, Flores se fijó precisamente en la manera de trabajar de Ediciones Mayi: "Vi que era un sello que ponía mucho cariño en los libros que trataba, y después el tiempo me ha dado la razón -indica-. Tal vez si no hubiera publicado con ellos, esta novela no se habría publicado, pero Ana Mayi decidió meterse en esta aventura".

Antes de ver la luz, Una ciudad en la que nunca llueve ha vivido, sin embargo, un lento proceso de fermentación: "Dejé el original en barbecho durante un año y después cambié muchas cosas, prácticamente desde un principio -comenta Eduardo Flores-. Después pasaron siete u ocho meses desde que la entregué, y ya no la he vuelto a leer: creo que a partir de entonces tienes que verlo únicamente a través de los ojos de los demás, que se acercan a lo que has hecho con ojos nuevos y te dan una visión menos crítica, menos contaminada, de la que tú puedas darte. Incluso cuando te dicen algo negativo siempre te aporta, porque lo hacen con afán constructivo. Y esta novela tiene, creo, sus propios mecanismos para que se haga del lector, cuenta con resortes para que el lector se la lleve a su terreno".

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