Miguel Poveda: "No quiero soltarme nunca de la mano de García Lorca"
El cantaor repasa las múltiples caras de un poeta inagotable en 'Había mil Federicos', un espectáculo que presenta en agosto en el Generalife.
Miguel Poveda abre a Granada las puertas de su "centro neurálgico lorquiano"

“Había mil Federicos Garcías Lorcas, tendidos para siempre en el desván del tiempo; y en el almacén del porvenir, contemplé otros mil Federicos Garcías Lorcas muy planchaditos, unos sobre otros, esperando que los llenasen de gas para volar sin dirección", escribió el autor del Romancero gitano a su amigo el guitarrista Regino Sainz de la Maza en una carta fechada en 1922, en la que el poeta se desdoblaba en promesa y espejismo: "Yo no he nacido todavía. (...) Veremos a ver si nazco". Miguel Poveda parte de esas confesiones con hechuras de fábula -una misiva que ya había llevado anteriormente a la música- para Había mil Federicos, el espectáculo que interpreta los días 21, 22 y 23 de agosto dentro del ciclo Lorca y Granada en los Jardines del Generalife, un montaje en el que el cantaor tendrá como colaboradora a Eva Yerbabuena en la dirección y en el baile, y en el que Poveda vuelve a beber del manantial de un creador "al que he grabado en discos y he dedicado varios espectáculos. Hemos metido todo eso en una coctelera, y Eva está ideando cosas y volviéndome loco, en el mejor sentido, para que el espectador entre en ese viaje".
El título remarca, asegura Poveda, el carácter "infinito" de "un poeta distinto al resto", cuyas inquietudes no se agotaban en el verso. "Ha sido un gran dramaturgo, aunque no hizo carrera en ese ámbito todo el mundo destacaba de él su valía como músico, y en su faceta de dibujante llegó a exponer en la galería Dalmau", enumera el artista sobre las muchas vocaciones que albergó el granadino. Una pluralidad que se encuentra también, analizaba Poveda este martes en un encuentro con la prensa, en su "forma poética, muy variada. No tienen nada que ver el poeta de los principios, telúrico, con el comprometido con el flamenco de Poema del Cante Jondo, o con el autor vanguardista de Poeta en Nueva York o El público... A veces se han hecho lecturas muy convencionales, muy concretas, limitándose a algún aspecto, pero en su obra hay miles de Federicos", argumenta el Premio Nacional de Música, que en su nueva propuesta emprende "un viaje emocional por todos esos lugares por los que transitó Federico. El niño, el adolescente, el adulto; el alegre que contagia esa felicidad, pero también el hombre que, como él decía de Juan Breva, cantaba una pena detrás de su sonrisa".
Poveda, que junto a la Yerbabuena se rodea en Había mil Federicos de aliados frecuentes en su trayectoria como Jesús Guerrero (guitarra), Joan Albert Amargós (piano), Paquito González (percusión), José Manuel Posada Popo (bajo) y Agustín Barajas (baile), entre otros, prosigue en la estela de García Lorca, al que ya abordó en discos como Enlorquecido y Poema del cante jondo y en espectáculos como Federico y el cante, que presentó en la pasada Bienal de Flamenco, "porque para mí es un modelo vital. Es alguien que está con los desfavorecidos, con las mujeres, con el que es señalado por ser distinto. Un hombre que triunfa con Bodas de sangre en Buenos Aires y que siguió poniéndose el mono con La Barraca para mostrar el teatro y enseñar a Calderón de la Barca y Lope de Vega en la España olvidada", valora, antes de entrar en un plano más personal: "A mí me zarandea el alma, me empuja a estar en contacto con la cultura y gracias a él he accedido a mucha gente que estaba a su alrededor. Hace poco conocí su vínculo con Mathilde Pomès, una hispanista que tradujo sus libros al francés, y fue emocionante llevarle flores al cementerio. Voy descubriendo personas y me van ocurriendo cosas gracias a seguir la figura de Federico. Me enriquece a nivel humano y artístico, me hace aprender, y no quiero soltarme de su mano nunca", confiesa el intérprete.

Este "peregrinaje" centra el documental en el que Poveda ha estado trabajando en los últimos años. "Lo hemos buscado a través de los lugares que visitó", precisa el veterano sobre una filmación que ha pasado por enclaves como Buenos Aires, Montevideo, Cuba o Nueva York. Poveda se conmueve cuando recuerda la visita en octubre de 2023 a la tumba del padre de Lorca, Federico García Rodríguez, enterrado a una hora de Manhattan, y el cantaor limpió entonces la lápida para que su nombre se leyese con claridad. "Es un símbolo de todo lo que ocurrió", opina. Pero esa ruta lorquiana deparaba una sorpresa: el hallazgo de uno de los inmuebles en los que vivió Lorca entre 1909 y 1916, en el número 50 de la granadina Acera del Darro. "Ahí llega un chavalito desde La Vega de Granada, vive desde los 10 hasta los 18 años y ahí empieza a desarrollarse como aspirante a músico y como poeta. En otro país un sitio así habría estado señalizado, pero aquí, por dejadez o por desidia, no había ninguna placa", lamenta Poveda, que ha abierto en este espacio La Casa Cultural Federico en Granada, donde se organizan itinerarios y otras actividades. "Alberto Conejero [el dramaturgo con el que colaboró en Federico y el cante] dice que me llevó hasta allí una mano invisible, y lo siento como un regalo: yo iba por el mundo buscando a Federico, y lo encontré en Granada".
Poveda muestra su entusiasmo por hacer Había mil Federicos en ese Generalife "que él enseñó con mucho orgullo a Juan Ramón Jiménez". El espectáculo, y más tarde el estreno del documental, pondrán "un punto y aparte" en su relación con García Lorca. "El próximo disco será navideño, y el siguiente tendrá poemas, pero de Pasolini, Juan Ramón, Espronceda o Alberto Conejero. Yo no sé si en el desarrollo encontraré algo de Lorca que me haga decir que se viene también con nosotros, pero en principio no es la idea", adelanta. Lorca, bien lo sabe Poveda, es inagotable. "De todos los Federicos me quedo con el ser humano que se muestra en las cartas. Se ve que era un hombre muy especial, muy carismático, que genera curiosidad. En la vida acaparaba la atención siempre. Jorge Guillén decía que cuando estaba él no hacía frío ni calor, hacía Federico [ríe]. Yo me lo imagino con una voz de madera, una voz rotunda, llena de entusiasmo, a veces quebrada por el dolor. Pero seguro que tenía mil voces".
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