Los monstruos de Marina Gallardo toman la Central Lechera

La artista portuense presentó su segundo trabajo discográfico en la sala de Cádiz, en un espectáculo musical hipnótico que atrapaba por su belleza

La cantante Marina Gallardo, durante su concierto en la sala Central Lechera.
La cantante Marina Gallardo, durante su concierto en la sala Central Lechera.
Pablo Bernardo Caveda

12 de diciembre 2010 - 05:00

Tal vez lo de la noche del viernes fue cosa del levante, que si te descuidabas te arrojaba al Atlántico en volandas a departir con las mojarras, pero lo cierto es que el público gaditano tiene una lovecraftiana tendencia a ausentarse.

Así, asistieron cuatro gatos (apenas veinte personas) para recibir a Marina Gallardo y a su banda en la ventosa noche gaditana. Y fue una pena, porque un espectáculo como el de la Central Lechera se ve muy pocas veces.

Marina empezó cuando le tocaba, con impropia puntualidad alemana, y durante una hora exacta (otra vez los alemanes) interpretó lo mejor de su repertorio. Parte de Working To Speak y la mayoría de los monstruos que integran Some Monsters Die And Others Return fueron desfilando sobre el escenario adoptando formas y sonidos fascinantes.

La artista portuense empezó con Nora, una preciosa nana dedicada a la hija de un amigo, que invitó a todo menos a dormir. Voz templada, susurrante, y una instrumentación leve, atmosférica. Espectáculo hipnótico que atrapaba por su belleza.

Siguió Bloody Moonshine, de su primer trabajo, y que dio pistas sobre lo que sería el resto del concierto: intensidad introspectiva y mucho trabajo en los arreglos. Las canciones han ido tomando vida poco a poco y poseen entidad propia, lo que se debe en gran medida a la sincronía entre Marina Gallardo y los buenos de Nacho García (teclados y guitarra), Pepe Benítez (batería y percusiones) e Isidro Lucuix (bajo y coros).

Un ejemplo de esto fue la bellísima Climbing The Walls, a la que siguieron los temas más cálidos de la noche: Smile, Moonswolf, Tired Man y la genial Beast In Me, uno de los grandes hallazgos de su segundo disco.

A la calidez le siguió la contundencia. A pesar de su presunta delicadeza, Marina Gallardo también posee un lado rockero, como se hicieron patentes con una remozada X Song, la inquietante Golden Ears y la ya clásica In A Frame Of My Real Temp, que hicieron frente al levante que ululaba en la calle.

Para preparar el cierre del espectáculo, tres canciones consecutivas, enlazadas, en las que Marina mostró el lado menos asequible y más introspectivo de su trabajo (Words, Winter y Monsters): una recreación metafórica de la relación de la artista con el mundo, del sentido de las palabras y de la necesidad de dar voz a las propias obsesiones.

Y para terminar, una nueva versión de Working To Speak, en la que su voz brilló con inesperada intensidad (¿de dónde sacó ese vozarrón?).

Los cuatro gatos pidieron un bis al modo gaditano (con palmas), a lo que la artista portuense respondió con Stones (uno de los mejores temas de 2008) y la instrumental Trembling Bones, una breve y deliciosa secuencia de guitarra acústica acompañada por la batería y la percusión.

En definitiva: una hora de música sin paliativos, honesta, brillante, que arranca de las entrañas para dibujar un mundo monstruoso y de veras para la sorpresa de muchos ("pero ¿todas esas canciones son suyas?", preguntaba un asistente a la salida del concierto).

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