Cuando el paisaje nos hace soñar de verdad

Diario de las Artes

Joaquín Delgado

Colegio de Arquitectos (Sevilla)

Obra de Joaquín Delgado.
Obra de Joaquín Delgado.

Uno de los muchos problemas que aquejan al arte del momento es el sistema igualatorio que sigue cualquier realización, la excesiva linealidad que presenta la mayoría de las manifestaciones artísticas; sobre todo, en lo que a la pintura se refiere. Es fácil observar cómo, hoy, a pesar de los amplios horizontes, de los ilimitados planteamientos artísticos, plásticos y formales que existen, se nos aparecen segmentos muy cerrados, con poca alegría en sus formulaciones y escasa enjundia en su compromiso estético; desarrollos que mantienen esquemas muy encorsetados, que levantan poca vibración y cierran las perspectivas de una creación que necesita infinitamente más. Esta realidad igualatoria la encontramos mucho más acentuada en la pintura paisajística; en ella se mantienen esquemas que se vienen repitiendo desde tiempo inmemorial y que se ajustan a unos parámetros difícil de mover y adelantar el paso para que ofrezcan argumentos de mayor solvencia creativa o, al menos, representativa. Toda esta realidad hace que nuestra creación artística se torne, en su inmensa mayoría, demasiado parecida, sin altibajos, lineal en fondo y forma, casi igual una con otra. Todo esto produce cierto aburrimiento en una plástica que debería ir a más. Bastantes planteamientos inamovibles se han dado en una historia artística donde el mimetismo jugaba un papel importante y decisivo y del que era muy difícil sustraerse y abandonarse.

Obra de Joaquín Delgado.
Obra de Joaquín Delgado.

En este inicio de temporada, un pintor sanluqueño, llega a las salas del Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla, Plaza del Cristo de Burgos, con una exposición que rompe los esquemas de la representación y asume una nueva identidad dentro de la pintura de paisaje. La obra de este pintor, lejos de los circuitos y de los estrictos ambientes artísticos – eso que gana-, llega con valentía, frescura, intensidad ilustrativa y fortaleza plástica. Como buen conocedor de la realidad física que transcurre en la desembocadura del Gran Río, Joaquín Delgado conoce la fisonomía cambiante y difícil que se presenta en ese espacio natural lleno de magia que es Sanlúcar de Barrameda y esa zona, bella a reventar, que mira a Doñana y que manifiesta el sumo expresionismo de la belleza. Allí todo es extraño y el artista lo sabe y lo hace posible. En su pintura, la luz es extrema, doliente, vibrante y exige una mirada comprometida; la del que sabe mirar para extraerle su máximo gesto; su color se vuelve cambiante, imposible, extremo; la superficie de la orilla que pinta, se aquieta o se agranda, azulea o revienta en colores cálidos. Adormece el paisaje o lo agranda, haciendo más vibrante su deambular, y manteniendo su activo discurrir.

Obra de Joaquín Delgado.
Obra de Joaquín Delgado.

Por eso el paisaje de Joaquín Delgado no se allana en los postulados habituales para exteriorizar la exactitud de la naturaleza. Eso sería fácil y es lo que se ha venido repitiendo y, a estas alturas, abruma y desconcierta. La ‘Desembocadura’ – así se titula la exposición, no podía ser de otro modo – del artista sanluqueño, nos sitúa por la plasticidad del entono; con un dibujo que se configura mediante un puntillismo extremo que maximiza la representación y convierte la línea en un segmento más amplio. Todo queda supeditado a la forma plástica, que actúa, de revulsivo artístico, para crear máximas expectativas. El color acentúa las formas cambiantes. Porque Sanlúcar es una realidad física distinta y acoplarla a los mínimos habituales sería romper con una realidad que exige más. Por eso, las gamas han buscado nuevos derroteros expresivos que acentúen un horizonte novedoso donde aparezca un paisaje diferente, lleno de identidad y que, además, justifique la ilustración de un entorno conocido pero diferente para cada mirada y para cada momento.

Obra de Joaquín Delgado.
Obra de Joaquín Delgado.

Me gustan mucho los artistas valientes. Me cansan los autores que crean igualdades, que jamás se separan de lo canónico, cuando lo verdaderamente comprometido con la verdad es lo apócrifo, aquello que hasta es rechazado por las miradas acomodadas en espacios de tediosa normalidad. La pintura de Joaquín Delgado no cansa, no condiciona, no aburre. Es abierta, dinámica, expresiva; hace despertar a la mirada de templanzas agostadas. Su paisaje nos lleva por historia de verdades presentidas, por orillas de impactos cromáticos. Son cantos luminosos, sin estridencias; poemas visuales que convencen. Es el relato feliz que descubre una realidad distinta vista con los ojos enamorados de un creador sin impurezas.

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