Una pasión alemana
Walter Benjamin señala, en su epílogo sobre este Berlín secreto de Hessel: "Quien sepa leer sus libros sentirá cómo, entre los muros de las grandes ciudades que van envejeciendo, entre las ruinas del siglo pasado, conspiran los clásicos". Como sabemos, la moderna pasión por la Antigüedad es, en buena medida, una pasión germana. Wincklemann murió asesinado cuando volvía de Roma; Schliemann descubrió Troya guiado sólo por la Ilíada; Hölderlin enloqueció en Tubinga soñando una nueva Grecia, una Grecia alemana, oculta entre los bosques del norte; y el consejero Goethe, desde muy joven, amonedó su perfil como un antiguo patricio... La Antigüedad que aflora en esta novela de Hessel es, en cualquier caso, de otro orden: un orden musical, cierta levedad retórica, y el friso de la vieja polis, de la gran urbe europea, que conduce a sus hijos por una acogedora selva de piedra.
Junto con esto, hay un hecho que aumenta el interés de este Berlín secreto. Tal hecho no es otro que una suave y continua efervescencia. Benjamin, como se ha dicho, lo atribuye al influjo de los clásicos; no obstante, en Hessel parece haber una simpatía natural hacia la exuberante riqueza berlinesa de los años 20. Una riqueza que no es sólo de carácter financiero (la vieja aristocracia arruinada junto a la burguesía pujante); sino esa otra, la compleja variedad de tipos humanos, que encuentra su expresión vertiginosa en el arabesco nocturno del cabaret. Sin duda, los personajes de Hessel no gozan de una moralidad ejemplar. Son, sin embargo, un refinado ejemplo de civilidad, y como tal los describe el autor, con una tenue admiración, no exenta de indulgencia. Berlín es, en suma, el protagonista indudable de estas páginas. Sus calles y arboledas, la breve luminaria, el ordenado discurrir del río, inducen de algún modo cuanto aquí se narra. A esto se refiere Benjamin cuando menciona a la Antigüedad. Porque es la urbe, la vieja polis, la urbe representada como una forma extrema de esplendor, tal vez frívolo e inconsecuente, pero vivo, entrelazado y misterioso, lo que aquí se canta.
Franz Hessel. Trad. Eva Scheuring. Epílogo de Walter Benjamin. Errata Naturae. Madrid, 2013. 152 págs. 14,90 euros
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