El príncipe
A vista de pájaro
UNA edificación como el corredor vasariano, llamado así en memoria del arquitecto Giorgio Vasari, sólo puede ser construida si se dan unas circunstancias muy singulares en la gobernanza de la ciudad. Cosme de Médicis, que por entonces empezaba a dejar de contar con el apoyo de los florentinos, decidió construirlo para moverse con libertad entre el Palazzo Pitti, su residencia, y el Palazzo de la Signoria, donde ejercía el gobierno de la ciudad.
Las grandes construcciones que el pasado nos ha legado fueron construidas merced a la ensoñación de los gobernantes, por los deseos de trascendencia de instituciones poderosas, o por las grandes fortunas. Con independencia de la utilidad para sus intereses, muchas de estas obras, y por eso trascienden en la historia, se hacían con visión generosa para la belleza o la mejora de la ciudad.
En cierto sentido, esta ciudad también tuvo un príncipe no hace tanto. Con sus luces y sus sombras, como suele ocurrir. Acabó pagando un coste que otros políticos en nuestro país, más influyentes o con más amigos en el poder, todavía no han tenido que soportar. Quizás algún día se haga justicia.
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