THE RICHARD CHANNIN FOUNDATION CAAC. Sevilla
La Sevilla artística de los años noventa, asimilados los planteamientos de la Modernidad, ya asumidos los esquemas abiertos de un arte que no ofrecía dudas para una mayoría y que se aceptaba todo cuanto se ofrecía con el mínimo marchamo de artístico, se planteaba la necesidad de un zarandeo que moviera ciertas instancias y creara mucha más motivación en los organismos artísticos oficiales, sobre todo, en la Facultad de Bellas Artes en que, todavía, se notaban muchos resabios y actuaciones del pasado. Muchos santones del arte sevillano permanecían en sus estamentos conformistas y se oponían a que se abrieran compuertas por donde pudieran entrar los aires frescos de un arte que se quería infinitamente más vivo.
Fue un tiempo en el que los más jóvenes, un sector mínimo de la Facultad de Bellas Artes, abanderó un movimiento si no de ruptura total con lo establecido, sí con una fuerte carga de dinamismo, descaro y transgresión. La ciudad de Sevilla ha sido, desde siempre, una cajita de nácar que atesoraba esencias que una inmensa mayoría se empeñaba en resguardar de alientos, supuestamente, perjudiciales para tan apreciada realidad. Tanto rigor y tantas edulcoradas manifestaciones desprendían tufillos rancios y casposas circunstancias que, en ciertos ambientes de jóvenes con luces más libertarias, les servían para ofrecer otras posiciones no tan encorsetadas. Esas inquietudes encontraron un terreno abonado en las aulas de la Facultad de Bellas Artes; allí en los últimos años de la anterior centuria, aparecieron estudiantes con un talento innato, infinitas ganas de hacer algo distinto y con mucha fuerza para levantar máximas expectativas. Además de todo esto, algunos mostraban una mayor osadía y hasta muy poca vergüenza; vergüenza de la buena, esa que desinhibe y permite generar infinitas buenas situaciones renovadoras; también vergüenza de la otra, de la que conseguía abrir puertas, desentrañar lenguajes jocosos, valientes, transgresores y tremendamente divertidos. Y todos estaban en posesión de una aplastante y descarada juventud.
En aquel ambiente surgió The Richard Channin Foundation. Desde un principio, sus componentes, los jerezanos Juan del Junco y Fernando Clemente y el sevillano Miki Leal, tenían claro que su actividad debía ser, ante todo, motivadora, de crear realidades distintas, de provocar acciones que se enfrentaran a un arte adocenado, con muy poca vida y casi moribundo. Los tres crearon situaciones festivas, quitaron peso y seriedad a un arte pesado y demasiado serio. Abrieron espacios creativos intervencionistas, dejando que el público fuera parte activa en la realidad que se ofrecía. Sus estudios se convirtieron en escenarios vivos hasta donde poder llegar, dejaron de ser solitarios y sacrosantos espacios individualistas y abrieron puertas y ventanas para que la frescura tuviera su sitio y su entidad.
La primera situación jocosa y festiva que provocaron fue el propio nombre del grupo. Buscaron una serie mítica de televisión: Falcon Crest y pusieron el nombre y apellido de su malvado protagonista, Richard Channing, papel que interpretaba el actor americano David Selby. Desde ahí todo tipo de actuaciones, con performances, encuentros en los estudios, felicísimas situaciones que contravenían los normales desarrollos artísticos. Porque los Channin buscaban sacudir los cimientos de un arte que, en la mayoría de los casos, sólo manifestaba desenlaces lineales con muy pocas alternativas novedosas.
La exposición que organiza el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo nos presenta algunas de aquellos proyectos ejecutados por aquel trío que revolucionó la escena artística sevillana y que abrió muchas rutas para circular de una manera muy distinta a como habitualmente se hacía. Obras físicas, documentos sonoros y gráficos de los episodios que ellos promovían, así como algunas intervenciones de algunos de los artistas de aquella generación con la que ellos se sentían especialmente identificados y que, hoy, son autores de reconocida solvencia creativa, Rubén Guerrero, Norberto Gil, Maria José Gallardo, Ramón David Morales, Cristóbal Quintero o José Miguel Pereñíguez, entre otros.
Hoy Miki Leal, Fernando Clemente y Juan del Junco son artistas integrantes de un arte con mucho interés. Hace unos años, cuando eran unos jovencitos realizaron una ingente labor motivadora, posibilitando estrategias para que la práctica artística no tuviera tanta carga de serio elitismo y buscara nuevos derroteros por donde discurrir con soltura, fluidez y espíritu libre.
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