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SEVILLA. Principio de temporada I. Los buenos comienzos

Diario de las Artes

Los esclarecedores inicios de una temporada artística llena de entusiasmos

Obra de Juan Romero.

Que la ciudad hispalense vive uno de los momentos artísticos más importantes de los últimos tiempos es una verdad fácilmente constatable. Su impresionante número de artistas de media carrera, sus muchísimos nuevos valores que salen de sus periodos formativos muy bien preparados y con las ideas adecuadamente estructuradas, su conjunto cada vez más grande de galerías serias y con criterio, su programa expositivo institucional cuidado y en buenas manos, así como el propio interés de la ciudad que ha comprendido -¡por fin!- que en el arte existe, también, parcelas creativas alejadas de la tradición y de aquello que, de siempre, se ha considerado como único estamento digno de tenerse en cuenta; todo ello ha hecho que Sevilla sea principal centro de interés artístico. El comienzo de la temporada viene a confirmar que su programación expositiva atestigua esa suprema realidad que, creo, no tiene vuelta de hoja. Hagamos en dos entregas balance de ello.

SOFÍA GONZÁLEZ. Galería Barrera Baldán. Sin género de dudas

Esta jovencísima artista tuvo unos comienzos espectaculares ofreciendo una claridad de ideas, un desparpajo y unas formas que auguraban seguras y diáfanas perspectivas. Desde un primer momento, su pintura ha encerrado una filosofía de mínimos, de reduccionismos esenciales que dejaban entrever espacios reales donde todo quedaba supeditado a unas marcas concretas que suscribían conceptos muy bien meditados para que la representación no ofreciera demasiados desajustes.

Obra de Sofía González.

La exposición, muy bien montada con la marca Jesús Barrera, patrocina la importante realidad pictórica de Silvia González que nos conduce por esa pintura contenida donde todo está controlado, con los elementos acondicionados a un espacio que es escenario en el que definir un estamento conceptual que encierra presencias y ausencias para que permita la mirada comprometida de un espectador siempre expectante y hasta actuante. Porque la pintura de Sofía González siempre limita con una representación mínima y mediata que hace augurar nuevas posiciones. Junto a sus poderosas pinturas de, ya absoluta, consolidada personalidad, la muestra presenta, asimismo, una apasionante pieza que, tras su contundente materialidad física -plastilina negra- se esconde un entrañable homenaje familiar: la mesa de trabajo como arquitecto de su padre. En ella, al igual que en la pintura, el gesto representativo queda en un segundo plano, está, permanece, se intuye, pero queda determinado por la contundencia formal del lenguaje plástico.

Obras de Sofía González.

Muy buen comienzo de temporada de la galería Berlín –el nombre de Barrera Baldán se nos hace raro y hasta poco apropiado-; una galería que abandera, estoy seguro de ello, el gran momento del arte sevillano.

Obra de Sofía González.

JUAN ROMERO. Galería Birimbao. Esa naturaleza bellamente velada

Juan Romero es de los artistas importantes sevillanos de aquella generación ilustre de la segunda mitad del siglo XX. Artista de mucha personalidad, con un lenguaje único que lo hacía destacar. Pintor imprescindible en la historia de nuestro arte más inmediato, con un desarrollo artístico singular donde lo real encuentra acomodo en una maraña compositiva, muy bien estructurada y llena de un personal sentido plástico. Ha sido siempre un pintor metódico, pulcro, de suprema sensibilidad, creador de un universo de signos y símbolos que envuelven de un bello enigma sensorial una realidad que él impone para mediatizar la representación y dotarla de una nueva dimensión visual.

Obra de Juan Romero.

La exposición llega a la galería de la calle Alcázares, su galería de referencia en Sevilla, mostrando el preclaro potencial de un artista veterano – más de noventa años – que presenta la misma lucidez, la misma creatividad, la misma magnitud de un lenguaje personal e intransferible y la misma dimensión pictórica de siempre con su particular posición estética. Y es que la pintura de Juan Romero nunca ha pasado desapercibida, ni siquiera al principio, cuando todavía desentrañaba los postulados de aquel arte poderoso, cercano al grupo Cobra, que pobló de entusiasmos expresionistas aquella primera obra que, poco a poco, se fue adueñando de unas nuevas posiciones que perdurarían en el tiempo y que le proporcionaron ese marchamo único de su especialísima pintura.

Juan Romero es, aún, afortunado hacedor de una pintura contundente en la que todo queda suscrito para mostrar una realidad sabiamente estructurada por un velo de signos y símbolos que la envuelven para hacerla, todavía más, poderosa y con un nuevo sentido.

RAQUEL EIDEM. Galería Espacio Derivado. El alto valor de la nueva cerámica

La galería de la Plaza del Cristo de Burgos, esa que está a un paso de donde tuvo su sede la Máquina Española de Pepe Cobo, es de las nuevas de la ciudad; una de las que están posicionándose en un muy buen segmento dentro del contexto general del arte de Sevilla. La casa fue el domicilio del arquitecto José Espiau Muñoz, uno de los nombres propios del regionalismo sevillano, autor, entre otras obras importantes, del Hotel Alfonso XIII. Desde su inauguración, Sonsoles Martínez, su directora, está apostando muy bien por un grupo de esos artistas que están aportando mucha frescura al panorama plástico. Artistas con lenguajes propios que no se escoran a los éxitos de otros, sino que avanzan en una línea particular y con muy buenas proposiciones. Es lo ocurre con Raquel Eiden, autora de una cerámica atractiva en continente y contenido y que, además, estructura unas formas lúcidas que generan postulados que van más allá del que puede proporcionar el viejo modo expresivo de la cerámica tradicional. La exposición se enmarca y yuxtapone en las bellas estancias del edificio, integrándose la realidad presentada dentro de la propia naturaleza física de la casa.

Obra de Raquel Eidem.

Raquel Eidem ejerce de activa creadora de una naturaleza plástica sin disquisiciones, convirtiendo la naturaleza plástica de la cerámica en una bella escultura transgresora y, al mismo tiempo, transmisora de los más sutiles planteamientos integradores. Escultura sobria, sin dispendios ni afectaciones; escultura sin dobleces que atestigua las formas máximas de una gran artista. Raquel Eidem no es una artista al uso. Ella ejerce como tal porque es poderosa creadora, porque está pendiente de los más mínimos detalles para que nada sucumba a los parámetros de una excesiva plástica desvirtuante. Su trabajo es puramente mecánico, sin estructuras que nos hagan acudir a estamentos menos significativos. Su cerámica desentraña los valores de la gran cerámica, también de la escultura tridimensional. Con ella y desde ella, RaqueI Eiden impone su ley máxima; abre las puertas a una plástica sabia y sin fronteras, con los planteamientos formales jugando a favor de calle -las estancias de la casa- y componiendo un esquema expositivo que deja entrever una realidad distinta, con el predominio de una obra grande y sin afectaciones con argumentos sólidos y valoraciones unánimes de buenísima escultura.

Obra de Raquel Eidem.

Esta primera entrega de muy buenas exposiciones en salas sevillanas nos hace llegar al convencimiento que el arte sevillano vive un momento dulce y que está en auge.

Muy buen comienzo, pues, en tres galerías señeras de la ciudad. El resto vendrá por añadidura. Continuaremos.

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