Cultura

La tómbola de los Oscar

  • La corrección política parece haber vuelto a pesar más que la calidad en los premios de Hollywood

Ni la mejor película, ni el mejor director, ni el mejor guión original, ni el mejor guión adaptado, ni la mejor banda sonora, ni la mejor fotografía merecían el premio. Por ceñirme solo a las nominadas, Dunkerque y Los papeles del Pentágono eran mejores -una como original ejercicio de cine bélico coral y la otra como sólida pieza neoclásica- que la cursilería de La forma del agua (quien guste de escenas de amor subacuático que revise L' Atalante de Vigo); y solo la primera parte de El hilo invisible vale por todo el escamoso romance maniqueo y ultra políticamente correcto premiado. Paul Thomas Anderson y Christopher Nolan -sobre todo el primero- son incomparablemente más creativos que Guillermo del Toro.

El guión de Déjame salir arranca muy bien pero después disparata y el de Call me by your name es tan relamido como solo Ivory puede serlo y tiene un catastrófico (aplaudido como audaz: las cosas están como están) parlamento final digno de Paulo Coelho o de un libro de autoayuda. En ambos casos la corrección política parece haber vuelto a pesar más que la calidad. The disaster artist era mejor guión adaptado y en el caso de los originales, los mejores de 2017 ni siquiera han sido nominados.

En cuanto a la música, la creativa y original partitura de Johnny Greenwood (El hilo invisible) es infinitamente superior a la premiada, en la que el habitualmente camaleónico Alexander Desplat, cuyo mayor mérito es carecer de personalidad musical y adaptarse con discreción a las necesidades de las películas, hace de Yann Tiersen de tercera con una blandiblú y pegajosa musiquilla. Las otras partituras nominadas de Williams, Burwell y Zimmer eran también superiores a la de Desplat. Sí considero justo el premio a la mejor canción para Remember Me de Coco. La fotografía de Hoyte Van Hoytema para Dunkerque es mejor que la premiada de Roger Deakins para Blade Runner 2049, por no hablar de la ni tan siquiera nominada de Paul Thomas Anderson para El hilo invisible.

En lo que a los actores se refiere las cosas están más equilibradas. Entre ellos está claro que Gary Oldman era el mejor, empatado con Daniel Day Lewis. Entre ellas, en cambio, creo superiores las interpretaciones de Margot Robbie, Saoirse Ronan y Meryl Streep que la de Frances McDormand, impasible máscara rocosa sufriente. Entre los secundarios las cosas están peor: los trabajos de los nominados Willem Dafoe y Christopher Plummer son mejores que el de Sam Rockwell, premiado por su sobreactuada interpretación en ese Coen de tercera que es Tres anuncios en las afueras, un trabajo muy inferior al de Woody Harrelson como el sheriff Willoughby. Muy justo, en cambio, el de mejor actriz de reparto a Allison Janey por I, Tonya, película injustamente tratada por la Academia. Acertado el premio al montaje de Lee Smith para Dunkerque, otra de las víctimas de esta edición de los Oscar.

El premio a la mejor película de animación es indiscutible: Coco. Sobre la mejor película de habla no inglesa nada puedo decir, porque no la he visto. Sí me alegra que no se lo llevara esa impostura histérica multipremiada llamada The Square. Algo es algo.

Si repasamos los Oscar a la mejor película y al mejor director en lo que llevamos de siglo XXI nada invita al optimismo. Solo en 2003 (El Señor de los Anillos: el retorno del Rey), 2004 (Million Dollar Baby) y 2007 (No es país para viejos) lo obtuvieron grandes obras. En cuanto a los directores solo dos grandes, Eastwood y Scorsese (y este con una película mediocre), lo han recibido. Así están las cosas.

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