Cultura

El universo del poeta en la coqueta casa de Thezy-Glimont

  • El hogar del poeta en Amiens reflejaba el universo de un hombre incorformista

Traspasar el umbral de la casa donde pasó los últimos veinte años de su vida Carlos Edmundo de Ory es adentrarse en su particular imaginario. El de un hombre inconformista lleno de vida, alegría y pesares. El de un genial poeta y desconocido artista. Un creador nato que colmó su casa de vivencias, que a modo de recuerdos, erigieron el refugio Ory. El que levantó junto a su incondicional y pasional mujer, que ahora muestra cada recoveco en una visita que hace Diario de Cádiz.

Desde la cocina donde enciende un cigarrillo, mientras ultima los detalles del exquisito almuerzo con que minutos después agasajará a sus invitados, habla de la amistad encarnada en las fotos que cuelgan de la pared. "Los amigos son muy importantes. A veces, más que la familia, y nosotros tenemos muchos y muy buenos amigos en todas partes y en Cádiz", argumenta mientras señala una instantánea tomada en la gaditana Achuri junto a Ana Rodríguez Tenorio y Jesús Fernández Palacios.

Pero las paredes de esta modesta casa no sólo atesoran fotografías. También carteles, obras de arte, objetos de dispares colecciones de soldados de plomo o caballos, así como artículos sueltos procedentes de sus múltiples viajes y hasta correspondencia de una vistosa estética. "Le gustaba el art mail", apunta Fernando Osuna, desde este tramo intermedio de la pintoresca escalera cuyos peldaños acertó a pintar Laura Lachéroy en tonos rosas, verdes oscuros y verde limón. "Me gusta pintar, no solo cuadros, también los detalles de nuestra casa", asevera la viuda de Ory, mientras señala sus creaciones. Pinceladas de colores pasteles que envuelven los marcos de las puertas, de los grandes ventanales y hasta los muebles.

Una colorida estampa que enmarca a la perfección cada una de las piezas de este particular museo, que ya muestra algunos vacíos en sus paredes. Y es que recorrer los cortos espacios de esta estancia dividida en tres plantas es como recorrer la vida y pasiones del poeta de las vanguardias, ese que tantas veces llamó a la puerta de la poesía del siglo XXI. "Mira este cartel de La Zaranda, es muy amigo de Paco Sánchez y tiene guardados muchísimos carteles más", comenta Laura. Anexo a este ejemplar que cuelga del tramo superior de la pared de la escalera figura otro sobre César Vallejo, "que junto a San Juan de la Cruz era su poeta favorito", desvela.

De la segunda planta muestra celosamente su dormitorio, en cuya cama de matrimonio reposa la figura de un buda, entre otros muchos recuerdos. Y tras la puerta anexa se abre el espacio donde Ory trabajaba. Su despacho, donde permanece gran parte de su obra, alguna inédita, los numerosos tomos que integran el diario manuscrito, numerosos objetos y "su santuario, como él le decía". Un buen tramo de pared destinado a fotos antiguas de su mujer y una de su hija.

Y de las estanterías casi a rebosar de este rincón para la inspiración sube a las habitaciones de techos abuhardillados de la tercera planta, donde apenas quedan libros.

Ya de regreso a la planta baja, Laura muestra el jardín, donde transcurrían agradables los veranos. En este frondoso lugar para la contemplación puede observarse todavía la escalera que Carlos dispuso sobre un árbol que pretendía podar, "pero cayó enfermo y ahí sigue". Postrada, inmóvil, como todos los recuerdos imborrables, imposibles de arrebatar a su memoria. "Vivimos tanto. Estábamos tan compenetrados...", confiesa su mujer de vuelta al salón de la casa. Una casa que nunca pudo imaginar que iba a tener, dice, "en la que era muy feliz". Un coqueto y conservado hogar ubicado en este pueblecito pequeño del norte de Francia, donde se aislaba del mundo para crear el suyo propio. El universo libre de Ory.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios