Entrar en las webs de la Administración por lo general es un ejercicio de tedio. Sentir que , en cualquier web de la administración, no te va a sorprender lo que vas a leer, suele generar cansancio porque es pre-visible lo que vas a des-cubrir: la misma jerga, los mismo párrafos, la misma música.

Se seca el gusto por leer algo nuevo que aumente tu campo de visión y de imaginación. Se acota el lenguaje y también tu capacidad de sorpresa.

Ludwig Wittgenstein, filósofo austriaco que compuso el Tractatus logico-philosophicus, texto complejo lleno de principios que pretende explicar el funcionamiento de la lógica, como la estructura sobre la cual se levanta nuestro lenguaje (nuestra ciencia) y nuestro mundo (aquello que nuestro lenguaje describe), pensamiento que literalmente recoje en uno de sus famosos principios«los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», podría darnos algunas claves sobre como interpretar que leer siempre lo mismo puede "limitar nuestro mundo", conducirnos al tedio o a "funcionariarnos".

Es un hecho que hablamos con conceptos prestados, por conceptos acuñados y establecidos por una sociedad que nos precede.

Y es un hecho también que pensamos como hablamos porque nuestra lógica (logos=palabra, razón, pensamiento) se construye a través de nuestro propio lenguaje.

Una de las cosas que más me llama la atención de las personas es su capacidad de reinventarse, algo que sucede también con la propia lengua.

Llama poderosamente la atención la re-creación sobre la lengua española a través de un dialecto dado en Argentina, concretamente en el barrio de la Boca de Buenos Aires, gracias a la inmigración italiana.

Ese dialecto es el lunfardo, que además tiene muchas variantes.

El lunfardo consiste en invertir el orden de las sílabas de las palabras en español. Así, café es feca, mujer es jermu, galán es langa, calle es lleca etc...

Su sonoridad es asombrosa y hay muchos tangos argentinos cantados en lunfardo que suenan doblemente bien.

Para mí este tipo de fenómenos es una verdadera revolución frente al tedio burocrático lingüístico establecido.

Sin embargo, existe también la posibilidad de inventar nuevos términos dentro de palabras ya insertadas en nuestro vocabulario, lo que se conoce como 'neologismos' o palabras de nueva creación.

Sin desligarme de Argentina, reseñar que existen dos grandes poetas, Oliverio Girondo y Juan Gelman, que introdujeron muchos neologismos dentro de sus poemas.

El verbo "noar" de Oliverio, decir que no o "madrecía", amanecer con tu madre, "solombra", entre sol y sombra , o "entreshijos", entre hijos de Juan Gelman son ejemplos ilustrativos de como se puede, de manera bella, sugerir música nueva dentro de nuestro idioma.

No creo que "funcionariarnos", neologismo que, por cierto, no sé si existe y que se me acaba de ocurrir, sea el camino para gustar de la lectura y la escritura.

¿Por qué no dejamos a la imaginación brotar y soñamos, sonamos o hacemos sonar nuevas palabras que en vez de secar el asombro, lo alimenten?

De los neologismos más bonitos que he leído de Gelman, aunque haya habido interpretaciones distintas y se diga que es el verbo para enfrentar las calamidades que lo abrumaban: la injusticia, el olvido y el silencio obligatorio... es "amorar", para mí, morar en el amor.

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