R in pace in aeternum. Descanse en paz eternamente. Las letras del acrónimo R.I.P.A. aparecen casi escondidas entre un enrevesado diseño de roleos en la verja que antecede, y aísla, al altar. Más elocuentes aún son los cráneos y tibias cruzadas que coronan esta reja de hierro. En el centro del remate, las llaves de San Pedro, las llaves del Reino de los Cielos. Los mensajes y símbolos continúan en los no menos ricos frontal y mesa pétreos que sirven de base al retablo. El sentido luctuoso se remarca con el color negro combinado con incrustaciones de mármol blanco y dibujos grabados y dorados de motivos vegetales. De nuevo, cráneos, dos de ellos tocados, respectivamente, por una corona real y una tiara papal, en alusión al poder igualatorio de la muerte. Y la cruz alada, símbolo de San Miguel, a la que claman, a cada lado, dos almas.

Encima se alza una arquitectura en madera tallada por Agustín de Medina y Flores en 1740. Rico marco de un altorrelieve donde participan dispares manos, aunque se percibe la dirección del escultor Francisco Camacho. Sobre el nivel del Purgatorio, donde las ánimas esperan ser redimidas, la triunfante figura del arcángel, como conductor de las almas, y la Puerta del Cielo, custodiada por San Pedro. Un ser angélico saca a una de ellas de entre las llamas. Otra, más arriba, ya purificada, vestida y de apariencia infantil, goza de la visión celestial presidida por un Dios Padre rodeado por la Virgen, San Juan Bautista, otros santos y juguetones querubines.

Este altar de Ánimas conforma un imponente conjunto que inunda de movidas y vigorosas líneas el muro de los pies de la nave del evangelio de la parroquia de San Miguel. Obra monumental, es el de mayores dimensiones entre la atractiva serie de retablos levantados por las hermandades de Ánimas del Purgatorio en las iglesias jerezanas.

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