Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Apariencia y realidad

Leo en la web de la Moncloa lo siguiente: "La ratio de deuda pública registra la mayor caída de la historia reciente, reduciéndose más de 5 puntos porcentuales en 2022 hasta el 113,1% del PIB". Qué estupendo parece, porque además explica que este ritmo de reducción sin precedentes está siendo compatible con una política de apoyo continuado a las empresas y a las familias. Si se puede dar la noticia así, ¿para qué amargar a nadie?, ¿para qué desmenuzar los datos y mostrar otras perspectivas que den una imagen más veraz de la situación real de la deuda pública? El BCE ha puesto el contrapunto y deja las cosas en su sitio: "la inflación genera un espejismo en la deuda que puede explotar en el futuro."

Los del Gobierno no mienten, claro, pero se agarran para mostrarse eufóricos a una ratio que decrece mientras mayor es el denominador, y el fuerte crecimiento de los precios está ayudando a inflar el PIB nominal de las economías europeas. Si atendemos al numerador, a los valores absolutos y ciñéndonos al cálculo del Protocolo de Déficit Excesivo, España debe más de 1,5 billones de euros. Desde el inicio de la pandemia hasta ahora, tres años, se ha incrementado en unos 300.000 millones de euros.

Y no sólo eso, la relación entre inflación y finanzas públicas es bidireccional y depende de varios factores. Una tasa de inflación más alta mejora las finanzas públicas en el corto plazo: aumenta los ingresos del gobierno, mientras que el gasto público tiende a aumentar de forma rezagada. Mejora así el equilibrio fiscal de las finanzas públicas, pero "en los años siguientes, sin embargo, las presiones sobre el gasto se intensifican y compensan con creces los beneficios por el lado de los ingresos, y provocarán un deterioro de casi el 0,5% del PIB en el nivel de equilibrio presupuestario en 2024".

Tampoco complementan la noticia con los efectos que tendrá la política monetaria más restrictiva. Si no recesión, cuanto menos enfriará la economía y reducirá el PIB, y además puede terminar generando un mayor gasto público por los estabilizadores automáticos. Por otra parte, el gasto en intereses por la deuda se irá incrementando. Pero el gobierno se congratula "del buen acceso a mercado y del favorable coste de financiación". Se beneficia del efecto de la política monetaria ultralaxa del pasado: los tipos de interés más altos solo se aplican a la deuda recién emitida. También el BCE en enero advirtió de esto.

El Gobierno -y lo penoso es que lo haría cualquier gobierno- gasta y gasta sin pensar en el largo plazo. Y el BCE se comporta como esos padres que ante el joven hijo que no estudia, se emborracha y gasta, sin pensar en su futuro, al tiempo de reñirle le suministra más dinero. Muchos toques de atención, pero desarrolla un programa de compra de deuda por el que los países más endeudados pueden estar tranquilos: si se dispara la prima de riesgo, papá BCE estará detrás solucionando. Llevamos 15 años, desde la crisis financiera, sólo dando patadas hacia delante. Me viene a la cabeza la frase que dicen que pronunció el que fuera primer presidente de la Primera República española, Estanislao Figueras y Moragas, en junio de 1873: "Señores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros".

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