Es triste que la etapa de Rafael Estévez y Valeriano Paños al frente del Ballet Flamenco de Andalucía haya terminado de una manera tan brusca. Y digo esto porque desde que aterrizaron en esta institución, allá por septiembre de 2016, habían conseguido imprimir un sello propio y personal a cada una de sus propuestas, algo que dignificó notablemente al ballet. A ellos hay que agradecer su excelso trabajo de investigación y una manera de funcionar que ha conseguido mantener la buena línea que iniciaron sus antecesores, Rafaela Carrasco y Rubén Olmo, hasta el punto de convertir a dicha entidad en un embajador de nuestra tierra. Ahora, y de manera provisional, tomará el relevo Úrsula López, que ha aterrizado en un ballet inmerso en una crisis interna, ya no por la salida de Estévez y Paños, sino de otros tantos bailaores. El cambio amenaza la lista de funciones programadas en este 2019, cuando se cumplen 25 años del BFA, de hecho, Nimes, la primera, ya ha sido suspendida. Hasta su presencia en el Festival de Jerez también es una incógnita. Habrá que esperar.

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