La palabra blanqueo tiene hoy unas connotaciones profundamente negativas. Una aparece ya en la biblia. Cristo llamó "sepulcros blanqueados" a los fariseos a los que afeó una vida hecha de gestos externos, mientras estaban podridos por dentro. Y en estos tiempos, resulta de actualidad la expresión "blanqueo de capitales". Se trata de un conjunto de maniobras para que beneficios obtenidos ilícitamente parezcan provenir de fuentes legítimas. Es decir, el dinero "negro" (ilegal y ocultado a Hacienda) puede, tras el blanqueo, ser introducido en los circuitos económicos.

Son múltiples las actividades delictivas donde se produce dinero negro: drogas, contrabando y prostitución por supuesto, pero también lo inmobiliario, la compraventa (sin factura y sin IVA) y lo que emerge de la corrupción política. Las formas de blanqueo de capitales son diversas y van desde la compra de billetes de lotería premiados hasta la emisión de facturas falsas y la constitución de empresas ficticias sin actividad.

Vox es un partido de extrema derecha con todo lo que ello significa y que en España conocemos bien pues no en vano aquí gobernó durante cuarenta años un dictador de extrema derecha. Tienen una trasnochada concepción cultural del país, quieren eliminar las conquistas en el terreno de la igualdad de género, derechos de la mujer y LGTBI, ponen a los emigrantes en su punto de mira, defienden la educación privada (para los que puedan pagarla, claro), están en contra de las autonomías y son antisindicatos y obsesivamente negacionistas (violencia machista, cambio climático, algunos asuntos sanitarios…).

Por eso me parece especialmente acertado el titular que leí hace unos días en un medio nacional: "El PP blanquea a VOX en Castilla León". Que el blanqueo institucional no nos confunda.

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