Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

En tiempos de Cuaresma y de preparación lo cierto es que estamos asistiendo a la redundancia del calvario cotidiano al que asistimos. Eso sí, sin Magdalenas que nos consuelen ni ladrones buenos que nos apoyen. Nos estamos dando cuenta de que todos somos Judas en potencia. Ahora que se acercan elecciones, hay más inauguraciones, más asfaltados, más visitas a peñas y cofradías y muchas otras conductas dignas de ser estudiadas. No hay que ir muy lejos. Nos engañan por una falsa moneda o por un trozo de pan. Porque lo que hacen a nuestras espaldas los encargados de los precios, los jerifaltes de los grandes comercios o los gerentes de productos alimenticios de primera necesidad no tiene nombre. O sí.

Lo de Negreira en el fútbol, lo de las grandes familias bancarias, lo de los bancos de Sillicon Valley o lo del precio del limón en nuestros hogares es más de lo mismo. Eso de reírse en nuestra propia cara de nosotros mismos es una realidad que perdura siglo tras siglo para beneficio espiritual y monetario de unos pocos porque esta civilización ha aprendido a funcionar a costa de los demás lo que conlleva que, o aceptamos las reglas del juego o nos ponemos en guardia a diario.

Los efectos colaterales son muchos, tanto por la enorme carga de entretenimiento que conseguimos como por la desagradable sorpresa que nos llevamos de vez en cuando al conocer noticias de robos aceptados, amaños consentidos, titulaciones regaladas o comisiones encubiertas. Si tuviéramos que definir este tipo de situaciones tendríamos que estudiar varios años en las mejores universidades de todo el mundo que contengan entre sus estudios de posgrado créditos relacionados con las habilidades sociales de la mentira, el engaño, la picaresca y la sinvergonzonería. Y por aquí la oferta de la UCA está creciendo exponencialmente.

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