No ha dejado de sorprenderme siempre, desde mi ya lejana llegada a Jerez, la evidente devoción de los jerezanos por la Virgen del Carmen; festividad que por su repercusión popular llegó a superar en algún momento la del patronazgo; cuyo Centenario de su Coronación celebran ya, con profusión de actos programados, la Comunidad de Padres Carmelitas así como la Hermandad de Damas y Caballeros; de la que tuve el honor de formar parte y participar en la audiencia que los Reyes le concedieron en el Palacio de Oriente, en Madrid; y la Venerable Orden Tercera, que hasta el aún lejano mes de abril de 2025 se irán sucediendo en la ciudad, en honor de una bellísima Imagen que concita a sus plantas el fervoroso homenaje de cientos de devotos, muchos de los cuales la han llevado consigo en sus hábitos - hoy en desuso -, la tienen en sus Escapularios o la han contemplado a diario en sus hogares, en la profusión de cuadros con su estampa, repartidos por la geografía jerezana; que eran muy pocas las casas en las que faltaba…

Y siempre me ha causado admiración que una población no marinera, de tierra adentro, se haya sentido tan vinculada a la imagen que históricamente se asocia - mil y poderosas razones hay para ello - a las gentes de la mar, que la tienen como su más seguro Faro y guía en las peligrosas singladuras por las aguas embravecidas de los mares, especialmente aquellos que por su abnegado trabajo deben enfrentarse a ellas un día si y el siguiente también…

Quizá en ello haya tenido mucho que ver la movilización jerezana que supuso la preparación de la solemne y multitudinaria Coronación canónica de la venerada imagen mariana del Carmelo; sin duda también aquel acontecimiento que registra la historia local en el que los religiosos Carmelitas, llegados aquí en el siglo XVI y establecidos primitivamente en la Ermita de San Benito, con motivo de la epidemia de la Peste que asoló la ciudad, cedieran a los jerezanos su propia casa como Lazareto y se trasladaran, a la antigua Capilla de Loreto, en Intramuros, siendo la primera comunidad de religiosos en asentarse en el interior de la población, en la que llevarían a cabo una notable labor asistencial entre las personas mas necesitadas y desde luego la mayoritaria implicación de los jerezanos en la donación de metales preciosos y joyas con los que sería confeccionada la espectacular presea que corona a la imagen…

Tal vez, podría decirse, por las olas del mar que figuran en nuestro escudo, que nos concediera el Rey Sabio…

Sean cuales sean las verdaderas razones de esta permanente vinculación devocional de una ciudad alejada de la costa, con orígenes agrarios y poco marineros; a pesar de la salida al mar que le otorgaran los Reyes Católicos en 1483 declarando a Puerto Real villa de realengo, lo cierto y constatable es y así lo vengo comprobando hace ya mucho tiempo, que el día 16 de julio de cada año para Jerez y los jerezanos es una de esas jornadas festivas con las que una población vibra, esté marcada o no en rojo en el almanaque, que una cosa es el calendario que nos viene impuesto y otra muy distinta el que guarda el corazón…

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios