Querido hermano mayor: Desde tu reciente responsabilidad andas indagando, y te honra que lo hagas, sobre '¿cuál deba ser el compromiso social y caritativo de tu Hermandad' en estos tiempos recios que se avistan para la Iglesia? Me solicitas una palabra, y yo quisiera procurarla, con mi atrevido modo de ser, al fin de que en algo pudiera aclarar lo que demandas, que no es moco de pavo. Nada de lo que somos como Iglesia tendría sentido si no se fundara en la 'caridad', y ni la fe luciría si ésta no llevara a instaurar un mundo mejor, con dignidad y, siquiera, un poco más de justicia. No hay hermandad que pueda eludir este encargo, ni grupo eclesial que pueda excusarse de él sin faltar al evangelio.

Más te digo, la caridad viene a ser el punto de inflexión desde donde se hace creíble la Palabra, la verificación encarnada del movimiento cristiano. Sois, como hermandad, un hecho asociativo importante, cauce espiritual, litúrgico y caritativo capaz de conectar con el pueblo y, acaso, uno de los canales privilegiados desde donde situarse para mejor captar los problemas emergentes de la ciudadanía.

Vuestro compromiso tiene implicaciones sociales importantísimas, porque sois, en la visibilidad de la Iglesia, quienes portáis la catequesis de los sencillos, alimentando su vida cristiana, con la plasticidad palpable del culto a vuestros sagrados titulares. Vuestra especial veneración a María os lleva inexcusablemente a Jesús, y su culto os sitúa en un mayor compromiso hacia los humildes y sencillos, como queda de manifiesto en las palabras del Magníficat. Sois el eslabón de transmisión magisterial de la sabiduría del pueblo, que siente al pueblo y se preocupa de manera especial por los afligidos y derribados de la sociedad. Sabéis que, en el nombre de los titulares, podéis entrar en la vida cotidiana de todos los hermanos, en el barrio, en el bar, en las esquinas, en la vecindad, en la familia, y, si me apuras, hasta en las carteras. Lleváis el signo de identidad que hace latir el corazón y la emoción de incontable buena gente. ¿No es esto una responsabilidad emocionante y aprovechable para crear espacios de caridad solidaria, de amor compartido y de Iglesia próxima, acogedora y congregante? Porque quien está con la Madre no puede obviar a los hijos. Quien tuvo la misión de encarnar la Palabra nos invita ahora a entrar en la alcoba de esa intimidad con Dios y a poner con ella los cimientos de una casa generosa, hospitalaria, compartida, como recinto de amor celebrativo y escuela de caridad.

Sabes, amigo Agapito, que, en momentos difíciles de la historia, las hermandades surgieron con funciones caritativas y obras de misericordia carnales y espirituales. Cumplieron bien su cometido, y hoy, están llamadas, de nuevo, a recuperar la raíz de su ser en la Iglesia. Habrá que darles una relectura a los estatutos, o adecuarlos a las exigencias actuales, tal vez, sin claudicar a la ilusoria avenencia de la moderna tolvanera; pero es claro que no se puede dejar pasar el tren de los acontecimientos, o no escuchar el grito de esta intrahistoria que aguijona con clamor la conciencia de los rancios cristianos. Hasta aquí el ideal. Pero ¡qué difícil es conjugar el verbo 'hacer'!

Los dolores sociales sacuden tanto a las entrañas y al corazón como a la impotencia de no saber ejecutar con estrategias eficaces aquello por lo que se nos demanda. ¡Qué conflicto cuando no se sabe curar la carne deteriorada del hombre concreto! Se nos dice ¡manos a la obra! y nuestro saber 'no sabe', y nuestra razón 'enloquece', y nuestros pasos 'no llegan', y nuestras manos 'no se extienden' lo suficiente como para mitigar tanta miseria desbordante. ¿Cómo ponerle freno? ¿Cómo hacer visible al Dios compasivo con esta poquedad que somos y tenemos?

Aprendamos a dejarnos llevar por la humildad de no ser importantes, por la importancia de la gracia, que no coincide con la eficacia, y sigue siendo caridad. Cuando dejamos que sea ella, y no nosotros, cuando aprendemos a oír el rumor de Dios en nuestras inútiles manos, para no instrumentalizarlo. Porque no es "hacer" caridad lo que nos justifica, sino ser caridad en todo cuanto hagamos y pensemos, como sístole y diástole del alma ¿Compromiso caritativo y social de las Hermandades? Si te dijera: 'Ecce homo' ¿Sería suficiente?

El rostro de Dios anda por aquí, su debilidad son sus hijos, las cosas de Dios están en las miserias de los hombres y no podemos eludirlas. Los deberes religiosos son visibles en la humanidad. Dios es demasiado visible, tanto como los paisajes que enamoran, tanto como las puestas de sol de coloridos inefables, tanto como los hombres descartados y olvidados. Esta es la altura que ha de tener la Hermandad, y hasta ese punto ha de proceder su caridad, habida cuenta que el amor cristiano no merma dignidad cuando se abaja al dolor de los más desprovistos. A los ojos de la caridad no es nunca pequeño el bien que se hace ni el mal que se evita. No es mala vía que comiences por la pregunta que ilumina el compromiso caritativo, porque en ello, como un rumor de ángeles, ya se ve la voluntad del bien que está por venir. ¿Os habéis puesto en el lugar del que ha de recibir? Porque es el necesitado quien mejor señala el camino; mejor que cualquier consejo o reflexión que yo haga.

En cualquier caso ¡adelante!, como sea, en lo que sea, porque el alivio de los que sufren sea el trabajo que a todos nos ocupe. Deja que la imaginación vuele alto en el deseo de querer liberar al hombre del dolor y la injusticia, con el impulso fiero del amor, con el fuego de la caridad, partiendo el pan con el que tiene hambre, cubriendo con vuestros vestidos al desnudo. Si tenéis mucho, dad mucho; si tenéis poco, dad poco; pero dad siempre.

Si alguno preguntase qué es la Hermandad, contestad con el Maestro: '¡Venid y lo veréis!' Y si buscáis una definición cristiana, baste con decir 'Caridad', porque sin ella todo se convertiría en farsa. Si somos cristianos es en caridad, y si en algo se coteja nuestro esfuerzo es en ella, porque todo lo que en la religión no es caridad, carece de fundamento y sentido, o se pierde en estética angelical de saldo. Y porque yo no sea quien diga esto, que pudiera ser fatuo, lee, por ejemplo, 1 Corintios (13,1-7ss.) y evidencia, por ti mismo, que en nada excedo de cuanto digo… Y aún me preguntas, Agapito, ¿cuál debe ser el compromiso social y caritativo de la Hermandad? Con todo mi afecto.

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