Análisis

JOSÉ VEGAZO MURES

Que Dios te bendiga, pregonero

Sé perfectamente cómo te sientes, pregonero. Lo sé yo, y lo sabemos todos los que un día hemos tenido la suerte de estar en la misma situación a la que ahora te enfrentas tú. Sé de tus miedos, sé de tus temores. Sé de tus ilusiones, y también de tus esperanzas. Conozco tus amarguras, también tus aflicciones. Es más, creo que todos los cofrades de la ciudad, si no conocen estos sentimientos, sí que pueden al menos imaginárselos.

Lo que seguramente nadie pueda saber es la responsabilidad que sientes sabiendo que una ciudad te ha elegido a ti para cantarle a una de sus fiestas mayores. Glosar la Semana Santa es afirmar, en estos tiempos en los que ya no sirve ponerse de perfil, que todo lo que hacemos en nuestra vida es a mayor gloria de Dios y de la Santísima Virgen. Ni más… ni menos. Pregonar la Semana Santa es poner tu fe al frente de la mía, es contagiarme de la ilusión que nos impregnaron nuestros mayores. Cantar las bondades de la Semana Mayor es un reto, un privilegio, y a la par una responsabilidad de por vida, porque ya, para siempre, tu palabra habrá servido para abrir paso a la semana más importante del tiempo litúrgico de la Iglesia.

Eso es pregonar la Semana Santa. Con las limitaciones que Dios te haya dado, y con las virtudes con las que te haya premiado. Eso y nada más que eso. Anunciar que Jesús va a sufrir, morir y resucitar por nosotros, y que al frente de las operaciones deja a su Madre, la Santísima Virgen, tu Virgen de la Amargura, para que nos cubra con su manto de misericordia.

Te pido que, como en la parábola de los talentos, no te guardes nada ese día. Asume los riesgos que tengas que asumir, sin miedo a nada, porque toda una ciudad te está esperando. Yo también te estoy esperando, José Blas, con la mano tendida desde el primer día, como el resto de los pregoneros de nuestra Semana Mayor. Créeme si te digo que el mejor recuerdo que tendrás del pregón será el del público que ha ido a verte, llevándote en volandas cuando te note cansado, calmándote cuando te note tenso, sufriendo contigo, riendo contigo… pregonando contigo nuestra Semana Santa.

Todos esperamos lo mejor de ti, porque sabemos que estás capacitado para hacerlo. Sé tu mismo, y sobre todo, sé feliz esa bendita mañana del Domingo de Pasión. El Villamarta te espera, las cofradías te esperan… Jerez te espera.

No nos hagas esperar tú. Que Dios te bendiga, pregonero.

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