Santiago Cordero
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El error, como ya he comentado en más de una ocasión, suele ser el principal compañero de viaje de cualquier deportista, más aún si estás en la élite. Existe un dicho muy popular que reza lo siguiente: "De los errores se aprende", aunque algunas veces el coste por dicho error sea difícil de pagar.
En tenis, aunque es extrapolable a todos los deportes, existe el concepto deportivo-estadístico del error no forzado. Se considera este cuando vas a darle a una bola en condiciones normales y tu golpeo hace que la bola se estrelle en la red o salga fuera de los límites del terreno de juego. Se supone que antes del golpeo todo estaba bajo control pero fallas.
Como es lógico pensar todo ese tipo de errores son susceptibles de ser corregidos o cuando menos minimizados a base de entrenamiento técnico como mental. Se trata de perfeccionar el golpeo, el tiro, la ejecución, a la vez que trabajar aspectos como la concentración y el control. Sin ir más lejos el otro día se publicó un video de Curry, jugador de los Warriors, en el que durante un entrenamiento anotó 150 triples consecutivos.
Pero cuando hablamos del top mundial, casi damos por hecho que el nivel técnico, con sus matices por supuesto, es muy similar por no decir idéntico en ese grupo escogido de jugadores. Es aquí donde la experiencia, la gestión de las emociones, control de los pequeños detalles y la adaptación a actuar bajo presión marcan la diferencia.
Recientemente Novak Djokovic tras ganar una final a Carlos Alcaraz comentó: "Cada punto exigía lo mejor de tus piernas, de tu aire, de tus pulmones, así que uno no tiene tiempo de pensar nada entre puntos, solo intenta recuperarse. En esos momentos vas con el piloto automático, solo quieres golpear bien la pelota y hacer que tu rival sufra", añadiendo: "Tengo que creer que sí se puede, necesito creerlo. Me repito una y otra vez que debo mantener esta mentalidad si quiero seguir compitiendo con los jugadores más jóvenes... La única manera que tengo de mantenerme competitivo a mi edad es trabajando más cada día, controlar cada pequeño detalle que me rodee y que me pueda ayudar a mantener el nivel más alto".
Pero frente al error no forzado, está el contrario, el provocado. Hace unos días Rodri, centrocampista del Manchester City, fue expulsado por agredir a un rival que previamente le había en cierta forma provocado. Guardiola, su entrenador, se mostró serio y contundente en rueda de prensa con su jugador. De hecho vino a decir que ese tipo de errores son fruto de una mala gestión o control emocional y que Rodri debería aprender a no caer en la trampa de los rivales.
Yo, que he cometido muchos errores como deportista amateur, pero muchísimos más en mi vida cotidiana, me sentí plenamente identificado con la reflexión de Guardiola a cerca de la expulsión de Rodri. Cuando uno ha errado tantas veces, lo menos que puede hacer es intentar no volver a tropezar en la misma piedra. Eso es lo que queremos enseñarles a los jóvenes deportistas o a nuestros hijos. El problema es que en ocasiones no pregonamos adecuadamente con nuestro ejemplo y volvemos a tropezar por enésima vez con la dichosa piedrecita.
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