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Es una suerte, por potencia, historia y pertenencia a Europa, tener billete VIP para el viaje hacia la cuarta revolución industrial. España, la quinta economía europea, tiene plaza reservada, pero no sube al tren. En el andén, los partidos siguen discutiendo por maletas, colores y decoración de los vagones a riesgo de que el convoy arranque y el país lo pierda. "Tenemos una oportunidad histórica que no debemos dejar escapar", predica con pasión tecnológica y económica Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial. Para esta emprendedora vocacional, la cuestión planteada es clara: ahora o nunca.
La grave crisis del Covid nos ha dejado una España más digitalizada porque el confinamiento y el teletrabajo obligaron a dar un salto adelante de cuatro o cinco años en ese proceso. Pero no es suficiente. El problema, además, es que se desajustó todavía más la demanda de empleo especializado frente a la oferta clásica. "O resolvemos eso decididamente con formación y con tecnología, o podemos encontrarnos con un paro estructural del 14 por ciento y miles de puestos de trabajo sin cubrir por no tener los perfiles adecuados", advirtió en una conversación pública que mantuvimos el viernes en Soria, en el marco de Presura, la feria del mundo rural que organiza El Hueco. Recomendamos escucharla con atención porque sus ideas innovadoras, su conocimiento y su firmeza, constrastan con la imagen de políticos que aterrizan en un cargo con el objetivo principal de sobrevivir en él.
Al plantearle en el diálogo que "el mundo rural español ya perdió en su día la industrialización, especialmente en el interior, y que ahora no quiere perder la digitalización", abogó por hacer un esfuerzo de país que responda a ese reto y que aproveche bien los fondos europeos, que en un 36% se destinarán a la modernización tecnológica de pymes, de la Administración y de la industria, la agricultura y los servicios. Artigas cree firmemente que "la digitalización es una gran oportunidad para cohesionar territorialmente y socialmente España. Debe ser un dique de contención contra la desigualdad y la exclusión social". Anunció la creación de 52 oficinas para dinamizar la transformación de las pymes -una por provincia- y anunció una ley urgente sobre las startups para resolver el grave problema de "la exportación constante de talento".
Los emprendedores son vitales, porque si se dispone de banda ancha en el mundo rural, bien sea por fibra o por satélite, pero al final no existe el factor humano capaz de generar riqueza, las inversiones habrán sido en balde.
Mientras, en Glasgow, se desarrollaba la Cumbre del Clima con sabor agridulce: resultados levemente esperanzadores, pero inevitablemente también insatisfactorios, porque los países que más contaminan -China, Estados Unidos, India y Japón- son los que menos compromisos adquieren para avanzar en la solución del problema. El vicepresidente europeo Josep Borrell ya había descrito con claridad el fondo del asunto: "El problema es que seguimos yendo más deprisa de lo que se pensaba en las capacidades de producción de petróleo y gas y mucho más despacio en la producción de energía procedente de las renovables. La inversión en renovables debería ser cuatro veces mayor de lo que es para poder compensar ese desequilibrio". Clarísimo.
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