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No es un asunto que corresponda sólo a los médicos; el fondo compete a la esencia misma de la humanidad. La cuestión es más profunda que la buena práctica clínica, se trata de la vida vulnerable y vulnerada, allá donde hay personas, que, en estado crítico, reclaman el cuidado, o la dejadez del mismo, con decisiones extremas de eutanasia o suicidio asistido, por una supuesta mala interpretación de la misericordia, que resulta más económica y cómoda para todas las partes. Los enfermos, en un estado límite de sus facultades físicas o psíquicas, son tratados políticamente (incluso familiarmente) como una carga insoportable de la que (por compasión hipócritamente entendida) es mejor prescindir; naturalmente sin tratamiento psiquiátrico previo y con el ánimo de aliviar el dolor inabordable del paciente, sin que se tenga en cuenta la alternativa terapéutica paliativa, que es, sin duda, la que daría consistencia y humanidad a lo que es tratado sólo desde una política del descarte. Lo que comienza justificado con enfermos terminales, una vez introducida la práctica, podría ejecutarse contra toda población no deseada, que, debidamente manipulada, pediría el suicidio asistido para bien del mundo, la sociedad o los herederos, puesto que de ningún modo sabríamos discernir con certeza.

Hipócrates, que jamás pensó en la muerte deliberada de sus pacientes, ha sido relegado por un cambio radical en los códigos deontológicos recientes. Detrás de la defensa de una 'muerte digna', un eufemismo inteligentísimo de la política materialista (porque todos estamos de acuerdo en la dignidad de cuanto se haga en favor del hombre), hay una declarada falta de voluntad en el refuerzo de los cuidados paliativos y el apoyo social, que es lo que verdaderamente daría esa supuesta dignidad buscada, que con la eutanasia se le niega. La inyección letal no puede ser la solución reclamada por la sociedad para un problema que tiene sus raíces más profundas en el miedo, la depresión, la soledad, o en el deseo mismo del enfermo de no ser carga para sus cuidadores.

Todo esto es demasiado tétrico y escabroso como para ser real, pero lo es. No hay ninguna normativa prevista para evitar la manipulación sutil para empujar al suicidio, o pedir la eutanasia. Todo está muy oscuro, como la muerte misma. Infelizmente, hay voces de facultativos capaces de afirmar: "Es sobre todo autonomía, y ese es el paradigma de la dignidad. Es un paso de gigante en la humanización de la Medicina", así lo decía, en la Vanguardia, Albert Tuca, paliativista oncológico entusiasta de la eutanasia. Con amigos como éste, ¿para qué quieres enemigos?

La contradicción baila en las aguas de cualquier camino; y no podría ser menos en este proceloso mar de aguas turbulentas. No sé qué procedimiento se utiliza para 'eutanasiar', tampoco hay claridad en los datos, ni todos los médicos entran en el mismo saco, pero la práctica ya está en activo, a falta de trasparencia y sobrada propaganda. Porque tras 'la pátina garantista', no hay una garantía real que proteja la vida ni los derechos de verdad.

¿Cómo valora un médico la 'capacidad de un paciente' de pedir la eutanasia? ¿Cómo sabemos que no hay depresión, miedo, posible presión emocional, ganas de aliviar a la familia? La prensa y televisión nos venden el país de las maravillas, reportajes de unos pocos 'eutanasiados' despidiéndose con chocolate, churros y música de fondo. Eso que se lo digan a los enfermos de ELA, en vez de darles esperanza y recursos, como Dios manda.

En enero de 2021, el Barómetro del CIS (de Tezanos) señalaba que el 72% de los españoles estaría de acuerdo con la eutanasia y sólo un 15% estarían en contra. Por lo pronto, mi fe, en este señor y sus encuestas, raya con el más puro y práctico ateísmo; yo, que soy tan práctico y pánfilo creyente. Por lo pronto, creo que la eutanasia no puede ser la solución para los enfermos; al contrario, es el atajo más cómodo para excusarnos de una respuesta social comprometida. No puede ser el descarte, anticipando la muerte por 'falsa compasión', el modo de ayuda para la dignidad de la persona.

La manipulación eufemística que se hace con enunciados como 'caso límite' 'muerte digna' o 'liberación', no puede ocultar la profunda contradicción en la que incurre la defensa de la eutanasia, cuando en el fondo hay un atentado subrepticio contra la vida misma en su sentido absoluto y de verdad; máxime en el momento actual en que la medicina ofrece alternativas suficientes para cuidar y tratar a los enfermos en su última fase de la vida. Con la eutanasia y el suicidio asistido ya hemos igualado al bárbaro ancestral ¡Enhorabuena! Después de cargarnos la ética mínima que sustentaba occidente, a punto estamos de echarle la pata a Auschwitz.

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