Bertolt Brecht escribió: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. // Hay otros que luchan un año y son mejores. // Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. // Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles".

Algunos de estos conozco. Son Manoli, Mercedes, Pepa, Carmen, Ana, Mari… Son también Diego, Eduardo, Ramón, Rafael, Fernando, Paco… Cuando llego yo ya están ellos, pero me consta que van a muchos más actos que yo, porque van siempre. Y no hablo de actos de culto o sociales. Hablo de lucha vecinal o sindical, de lucha por los derechos de los vecinos y trabajadores. De ese centro de salud que se quiere cerrar o que, estando terminado hace años, sigue cerrado sin equipamiento ni personal. Hablo de recortes sociales, de defensa de las pensiones, de amenaza de cierre de una empresa. Hablo del tercer mundo, de la lucha de algunos pueblos como el saharaui, de derechos de los inmigrantes. Hablo de la lucha contra la violencia de género y por la igualdad de la mujer. Están ahí porque consideran suya cualquier causa justa.

No se dan codazos por salir en la foto o ir con la pancarta. Eso sí, no renuncian a participar en los debates internos, a veces con apasionamiento, pero siempre con una cultura de lealtad que les lleva a asumir convencidos que los trapos sucios se lavan en casa sin dar tres cuartos al pregonero.

Algunos vienen de la militancia clandestina en partidos o sindicatos. Y hasta recibieron alguna bofetada en las comisarías franquistas. Ya jubilados en lo laboral, se mantienen siempre activos en la lucha. Todos, puede que sin llegar a verbalizarlo, están seguros de que "Sí se puede"… y, si no es hoy, será mañana. Son el muro social contra los nostálgicos del abuso impune, del sindicato vertical y del caudillo por la gracia de Dios.

Son los imprescindibles.

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