Análisis

ÁLVARO LÓPEZ DE CARRIZOSA GONZÁLEZ

Jesús y la saeta

Siempre tuvo la Calle Larga su caudal de canto popular hecho saeta, bien desde la recordada Venencia, o más recientemente desde el bar La Canilla. Gitanos de los diferentes barrios flamencos de Jerez se entregaban cada madrugada a las imágenes de Jesús Nazareno, la Virgen del Traspaso e incluso también fue exaltado con saetas 'Juanillo', por el mismísimo Juan Morao, padre del recordado Moraito Chico.

La Hermandad del Nazareno siempre tuvo una larga historia de devoción gitana. Esta circunstancia se dio primero por la influencia del barrio de San Pedro, ya que sagas flamencas como los Lara-Moneo provenían de ese barrio, en concreto, de la calle Don Juan, y eran bautizados en la capilla de San Juan de Letrán.

En tiempos pasados, cuando todavía no existía la Carrera Oficial, la Hermandad de Jesús llegaba hasta el barrio de Santiago, para presentarse ante la capilla del Calvario, y más tarde, recorría las calles Caballeros y Pedro Alonso del barrio de San Miguel, circunstancias que hicieron que muchos gitanos de estos dos barrios sintieran una especial devoción por esta hermandad.

Históricas fueron las saetas de Manuel y Juan Morao, de Ángel y José Vargas o del recordado Curro de la Morena, en representación de Santiago, como también lo fueron las que sonaron a cargo de Manuel Moneo, El Mondi, El Torta o Luis de Pacote, por parte de esa Plazuela con aires de la Albarizuela.

Todavía hoy, recuerdan los mayores ver con semblante serio a Fernando Fernández Monje, Terremoto de Jerez, alejándose junto a la muchedumbre acompañando al paso de Jesús, o de aquel grito anárquico, desgarrado, subversivo y trágico hecho saeta, que brotaba de la garganta de Manuel de los Santos Pastor, Agujetas de Jerez, haciendo temblar las palmeras de la plaza del Arenal desde el bar Supremo.

Hoy solo los primos Luis y Juan Lara mantienen la promesa que le hicieron al recordado Luis Lara Carpio, Luis de Pacote, de cantar al alba a los jalones de marquillo, a la carita amarillita del Nazareno, o a recordarle al pueblo de Jerez la llegada de la rosa más flagrante de la noche de Jesús. No busquen. No existe estampa más jerezana que el paso de palio de Nuestra Señora del Traspaso despertando al amanecer por la calle Larga.

Ahora que cada vez cuesta más mantener las tradiciones, y que a la noche de Jesús hay quien incluso se atreve a llamarla 'la madrugá', se echa de menos a esas personas que, desde su raíz más profunda en el recuerdo a sus ancestros, despertaban cada Viernes Santo a un Jerez del que hoy cada vez estamos más huérfanos.

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