Sin duda, sabemos a ciencia cierta que cualquier actividad e iniciativa puede morir por sobre explotación y abuso y de ello existen evidentes muestras para corroborarlo y de seguir con la actual 'saturación', a lo largo del mes de noviembre disponga lo que desee nuestro Ayuntamiento- y todo diciembre, en Teatros, Peñas, Restaurantes, Bares, Plazas de la ciudad, Bodegas, Asociaciones, Hermandades y otras entidades así como partidos políticos, organismos de la administración de distinto ámbito competencial y un interminable etcétera, podemos matar de éxito la celebración de la Navidad jerezana que precisamente se inició hace ya muchos años en el reducido entorno de las casas de vecinos a las que, sin ánimo de lucro, cada cual aportaba aquello que mejor le parecía o podía obsequiar a sus amigos y conocidos para vivir un hermoso rato de convivencia, espontáneo y muy de nuestra tierra…

Después, ya se sabe, la proliferación de esta manifestación navideña jerezana, con sus romances picarones y hasta anticlericales, sus coplas que exaltan el Nacimiento y hasta algunas letras alusivas a costumbres del pueblo como la célebre del 'Tintín Catalina', que se cantaba como si fuera un obligado himno todos los años en el Estadio Domecq en las vísperas de estas fiestas y que comparaba el consumo del vino semejante al caudal del río de Cartuja, lo que no es poco…

¡Ojalá, que diría el bodeguero!

Y con el exceso y el abuso, el legítimo negocio de bares, restaurantes y el loable intento de peñas y hermandades de llenar su caja registradora o sumar euros para lograr una necesaria recaudación que permita pagar un trabajo artesanal que la entidad aspira a poseer o para saldar una 'trampa' incómoda para sus dirigentes…

Y eso nos ha traído al actual y saturado calendario de la Zambomba, al que si no ponemos racionalidad y mesura; obligación de todo jerezano y mucho más de los amantes de nuestras tradiciones - entre las que esta fiesta ocupa lugar preferente - puede llevarnos a su languidecimiento, por exceso y saturación.

Nos viene muy bien; incluso por el posible negocio y desde luego por la proyección del nombre y prestigio de la ciudad; contar con una singularidad como la que representa nuestra fiesta navideña, en torno a una vasija de barro coronada por un 'carrizo', pero eso no debe impedirnos tratarla con el mimo y la atención que algo tan original y auténtico exige para que su pervivencia se prolongue en el tiempo e incluso pueda ganar en prestigio y calidad a lo que poco aportan algunas de las iniciativas que de unos años a esta parte se han incorporado a la Zambomba…

Así que ojo con la actual evolución de nuestra Zambomba, ojos con no conservar y enriquecer su añejo y entrañable repertorio cancionero, ojo con los intentos de capitalización de la fiesta por gentes que solo buscan en ella el puro negocio y no su mantenimiento en el tiempo, ojo con cambiar su espíritu buscando lo chabacano y soez, ojo con contribuir a enterrar en el hastío y el olvido una de nuestras ancestrales costumbre que incluso ha merecido ser considerada 'Bien de interés cultural' e incluida en el diccionario de la Real Academia de la Lengua…

¡Pues a cuidarla, jerezanos!

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