Felipe Ortuno M.

Mediocridad

Desde la espadaña

11 de octubre 2023 - 00:00

Pasa con la mediocridad como con la estupidez, no hay ámbito que esté libre de ella. Un mediocre te convierte, si te descuidas, una boda en un funeral, una reunión familiar en una vendetta. Como se empeñe en destapar su carisma convierte el perfume más refinado en monóxido de carbono. Le hemos dado la vuelta a la propuesta de Platón y a su “gobierno de los mejores”. Será porque todos estamos zambullidos en el líquido amniótico de la mediocridad ¿Acaso no es verdad que estamos viviendo muy por debajo de nuestro potencial llevando una vida mediocre?

No nos arriesgamos, tenemos miedo y falta de confianza en nosotros mismos. Y aún peor, machacamos con prejuicios a quienes intenten sacarnos de ellos y apostamos por lo malo conocido. Así nos va: anclados, como estamos, en la mediocridad. Faltan objetivos despejados y categóricos para salir de lo anodino y darle sentido a la vida, más allá de la participación ciudadana, esclava con el voto borreguil de conformidad y supervivencia. Hace falta salir de la inmediatez para apostar por un futuro mejor, aunque sea incierto; esa es la oportunidad y el riesgo del éxito. Mientras no salgamos de la zona confort van a comernos las popas y las ideas. Sencillamente porque los mediocres son el alimento de los tiranos. Esta es la cuestión.

Sin tomar conciencia de mediocridad estaremos sembrando el principio de la derrota, a la par que esclavizados por los impresentables que nos dirigen, como está visto, que promueven la igualdad por lo rastrero y servil antes que por la excelencia. Estamos apostando por lo fácil en lugar de lo correcto. Aquí y no en la queja es donde se sitúa nuestra corresponsabilidad ciudadana, la posibilidad que tenemos de hacer las cosas mejor para uno y para todos. Se necesita romper el círculo mediocre desde donde moverse y pensar, apartarnos de quienes no son capaces de tomar el toro por los cuernos y apostar la vida por algo o alguien que merezca la pena. Esta es la actitud, si queremos romper el círculo vicioso de la inmovilidad mediocre que no hace sino criticar sin dar un palo al agua.

El ambiente que nos rodea no nos puede hacer claudicar de las ideas ni las utopías; en cuyo caso la mediocridad reinante vencería con la debilidad del desgaste ¡Cuántos valientes han claudicado por culpa de las mediocres compañías! Hay que darle un ‘No’ a los gobiernos mediocres, al trabajo mediocre y a todo el que no ponga empeño, alma, vida y corazón en cuanto haga. ¿No será esta la clave capaz de sacarnos de la postración en la que nos vemos? Hablo a Juan para que entienda Pedro, en todos los órdenes de la vida.

Ninguna de las facetas del ser humano está libre de cuanto vengo diciendo: La mediocridad come por todos lados, alcanza a la política tanto como a la religión, a la economía tanto como a la familia, ese es el problema. Una metástasis capaz de romper la civilización ancestral y la cultura presente ¡Mediocridad! Es urgente, apremiante e inaplazable hacerle frente de lleno a base de conocimiento, habilidad, creencia y virtud; si antes no vamos al mismísimo carajo. Daos cuenta que la patata caliente está en las personas, en el valor que queramos darle a nuestra vida y convicciones: una actitud ante el mundo. Necesitamos conocimiento y no analfabetismo sistémico, como quiere implantar el poder; capacidad de emprendimiento personal y creativo frente a tanta mamandurria y subvencionismo colectivo; margen de acción frente al detectivismo gubernamental que hace de la sociedad más una cárcel que un estado liberal; confianza en los empresarios para que sea la sociedad y el mercado liberal el que regule las relaciones y no el controlador paternalismo estatal; mayor presencia de la iniciativa privada frente al encubierto colectivismo populista que todo lo degrada en el nombre del ‘pueblo’…y tantas otras medidas que harían posible un reflote de las personas y de la sociedad.

Pedimos al gobierno más escucha a la ciudadanía, más empatía con los que verdaderamente quieren luchar y menos ideologización maniquea, tan paralizante. Mientras tanto, los ciudadanos hemos de estar dispuesto a salir de nuestras comodidades y exponer algo de nosotros mismos para levantar, no sólo la economía, sino aquello por lo que merece la pena luchar, la vida. Es urgente subirse al tren de la excelencia si no queremos claudicar bajo la bota de los mediocres, esa clase de hombres tibios, vomitivos, que sólo buscan la comodidad y el dulce canto de sus momios.

El médico y filósofo argentino José Ingenieros publicó “El hombre mediocre”, en el que calificaba la mediocridad como “una sombra proyectada por la sociedad, que es por esencia imitativa y adaptada para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, los prejuicios y el dogmatismo útil para la domesticidad”. ‘Los mediocres han tomado el poder, anestesiando con sus mensajes a la población’ (Alain Deneault) El nuevo lenguaje, los intelectuales a sueldo, los medios comprados… están al servicio de tal mediocridad. Ustedes dirán qué hacemos con tal panorama de incompetentes promoviendo la mediocridad como sistema justificativo de su propia meritocracia. Bienvenidos al imperio de los mediocres, los nuevos aurigas de la sociedad española ¡Ave Mediocritatem!

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