Gumersindo Ruiz

Odio y paz

Tribuna Económica

21 de noviembre 2023 - 00:00

Ante la guerra de Israel y Palestina están los incondicionales que apoyarán siempre a Israel, y los que irán en contra desvelando su antisemitismo; y quienes defiendan a la débil y colonizada Palestina, o encuentren ocasión para mostrar su islamofobia. La filósofa Susan Neiman dice que detesta las palabras pro-Israel pro-Palestina, y que es propaz, pero vista la forma vil con que se trata la paz, encuentra que izquierda y derecha moderada deben colaborar frente a los “anti”, que invaden rápidamente terrenos populares. Aunque en un ámbito incomparablemente menos dramático, el fondo de estas posiciones y manifestaciones cuya lógica principal es ser “anti” las estamos viendo cada día en nuestras calles.

En cuanto a sondeos, Pew encuentra un apoyo entre la gente más joven hacia la causa palestina, pero no en la encuesta total, lo que se corresponde con lo que vemos en redes sociales donde hay más apoyo a Palestina porque las usan gente muy joven. Calculo con una media simple de cuatro plataformas, que hay un 27% pro-Palestina, 17% pro-Israel y el 56% neutral; sin embargo Facebook, donde hay gente mayor, es más pro-Israel, lo que es similar en España. En empresas multinacionales y países con empleados y poblaciones judías y musulmanas las posiciones a favor o en contra son conflictivas y a veces violentas. He visto al azar noticias de Cartier, Uber, Microsoft, Citibank, Starbucks y desde luego universidades inglesas y norteamericanas, en que se ha planteado algún conflicto. En general las empresas, ya sea con la cuestión de Israel y Palestina, u otras, tratan de evitar posicionarse cuando no temen un impacto de opinión grave, o no les sirve para resolver un problema concreto. Pero a veces envuelven en fingida preocupación una preferencia política, como ocurre estas semanas entre nosotros, con juntas directivas de asociaciones profesionales y empresariales, que ignorando la diversidad de sus bases, haciendo suyos argumentos poco profesionales, amagan contra legítimos acuerdos de gobierno, y piden paz a la vez que enturbian aún más la convivencia.

Leo una extensa entrevista al psiquiatra y psicólogo Robert Jay Lifton, por Maha Gessen en The New Yorker, 12 noviembre, en la que Lifton, ya con 97 años, habla del mal que ha visto en las personas, en sus trabajos sobre el terreno en Hiroshima, Alemania nazi o Vietnam. Nos dice que hay quienes no han tenido ninguna referencia moral en su vida, si acaso como un convencionalismo social, pero hay gente normal con una moralidad y sentido de la violencia que no difiere de cualquiera de nosotros, que comete atrocidades en circunstancias psicológicamente definidas como “proclives a la violencia”, “banalización del mal” o “clichés o bucles mórbidos”. La mente humana es tan sorprendente y tiene tantas caras, es tan contradictoria, que puede llevarnos no se sabe dónde. También le sorprende cómo superan la violencia personas que la han sufrido, y –dice– encuentran formas de arrinconarla, adormecer experiencias terribles y evitar un odio que no les dejaría vivir. Algo similar pasa con los verdugos, pero, “después de que alguien se ha visto envuelto en lo maligno –dice Lifton–, cambia para siempre; aunque desde luego no tiene por qué convertirse en el diablo”.

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