Felipe Ortuno M.

Poliamor

Desde la espadaña

12 de julio 2023 - 00:30

El prefijo poli- significa ‘abundancia’ o ‘variedad’. Por ejemplo, gente ‘políglota’ que habla muchos idiomas; ‘polimorfo’ que tienen muchas formas. Hay gobiernos que son ejercidos por muchas personas y se denominan ‘poliarquía; ‘polideportivos’ donde se realizan diversos deportes. Decimos de un hipócrita que es ‘poliédrico’ porque tiene muchas caras; ‘políngano’ a la barriada jerezana que tiene tantos lados y ángulos. Y así hasta completar una miscelánea ‘poli’ que edificaría una magnífica comisaría. Con los prefijos se puede construir un nuevo idioma, y toda lengua recurre a ellos en sus neologismos imposibles. Véase, por ejemplo, el euskera, cómo con prefijos griegos ha construido ese nuevo dialecto que denominan ‘batua’ y se aprende en las ikastolas. Un idioma tan neolítico ha conseguido, a base de prefijos y sufijos, palabras, tan de sus ancestros, como ‘telebiska’ y ‘aeroportúa’, de cuando las vacas mugían por telepatía y los bueyes volaban, allá por los tiempos áureos de Santo Tomás de Aquino ¡Qué importante es un prefijo! ¡Digo!

Las palabras pasan de moda y se construyen otras nuevas. Un ejemplo: como la frecuencia de los desengaños amorosos hace que la monogamia tradicional esté cuestionada, ha aparecido otra forma de relación que, con nuevas reglas dentro de una relación de pareja, resuelve la infidelidad de un plumazo. Se llama ‘poliamor’, una forma de relación íntimo y sexual con más de una persona al mismo tiempo, con el consentimiento y el conocimiento de todos los involucrados. Se acabaron los cuernos. Eso sí, los participantes tienen que ser muy honestos y trasparentes, porque de lo contrario se incurriría en infidelidad, o sea en cuernos. No es poligamia, tampoco relación abierta, se trata de una polifidelidad de relaciones jerárquicas, esto es, matrimonio grupal, en red, como se dice ahora, que tiene relaciones conexas ¡Que me lo expliquen! Es lo que hay.

No estoy en edad de rasgarme las vestiduras por casi nada, entre otras cosas, porque la historia del pasado parece querer reeditarse en el presente ‘Nihil novum sub solem’. Véase el Decamerón de Boccaccio y el Renacimiento que, con sus ensayos antropocéntricos, soliviantaron toda la cosmovisión matrimonial de su tiempo; cada época da sus pasitos y no digamos con el anarquismo, neomalthusianismo, Sigmund Freud con el Psicoanálisis y el desarrollo psicosexual.

Es evidente que la idea familiar ha cambiado con el tiempo y se ha ido moldeando a las nuevas concepciones antropológicas. Hoy, guste o no, estamos en ello, aunque nos suene a dislate y aberración. El valor de la fidelidad, que creíamos asentado en todos los órdenes de la vida, ¿es una palabra pasada de moda? Aunque parece ser que, en las nuevas modalidades de pareja, sigue causando polémica. Se puede estar de acuerdo en una relación poliamorosa entre cinco… pero ¡cuidado si entra el sexto! Porque todo vínculo exige unas normas, tiene una cultura y se apoya en un mínimo de principios.

Las nuevas aplicaciones geosociales, que permiten hacer “match” con alguien, consideran a esto una infidelidad, luego el tema de fidelidad no está tan pasado de moda, ni es tan antiguo como se nos quiere hacer ver. Da la impresión de que algo tan novedoso ya lo practican los países islámicos. Pudiera ser que el progreso afectivo se encuentre más en el patriarcado veterotestamentario y en el islam que en el cristianismo, puesto que allí practicaban el ‘poliamor’ desde tiempo ancestral.

Afortunadamente han llegado las nuevas corrientes poliamorosas, liberadas de las creencias impuestas por el cristianismo, y nos han descubierto la pólvora sarracena. Ojo al parche, porque la naturaleza no permanece inmutable a los ataques recibidos, como el rio cuando le desvían de su cauce natural y, tarde o temprano, retoma su ser, rescatando del hurto su derecho ganado. Y como la naturaleza es sabia, intuyo que en todo esto, más allá de creencias, culturas y taránganas, hay mucho que huele a despropósito y desatino.

Echar a un lado la fidelidad no me parece que sea tarea fácil. Aquí entra la condición humana: amor, odio, celos, envidia, pasiones, en fin, la complejidad de la psicología en toda su explosión consciente e inconsciente que buscará un hueco por donde salir a flote, como el volcán de la Palma con todas sus consecuencias. Entiendo que el ‘poliamor’ va a terminar siendo tan ‘poliédrico’ como ‘polifórmico’ y no sabremos entonces en qué ha de terminar semejante aberración.

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