La Asociación Católica de Propagandistas ha lanzado una campaña de publicidad con un cartel que afirma que rezar frente a una clínica abortista está genial. El Ayuntamiento de Murcia ante la protesta de los ofendidos de cualquier género ha pedido a la empresa concesionaria de los expositores que la retire. Las ha quitado sin pestañear. El Consistorio Murciano cree que es una forma de violencia hacia las mujeres a las que criminaliza por negarles el derecho a decidir ser madre o no. Lo mismo ha ocurrido en Madrid; Almeida ha sido más valiente y no los ha retirado; no sé si porque ya tiene presupuestos o por convicción.

Esto es anecdótico si lo comparamos con la pretensión del Gobierno de Progreso de tipificar estos rezos como delito para evitar que los grupos Provida acudan en cadena orante a las clínicas. No creo que rezar en favor de las mujeres que pasan por tan duro trance y por sus hijos no nacidos y abortados pueda suponer una agresión. Tampoco creo que los Propagandistas criminalicen a nadie; muchos están integrados en asociaciones como Red Madre o tantas otras que ayudan a la mujer que lo necesita.

Pero comprendo bien que esta Campaña y cualquier otra que cuestione el dogma de que abortar es un derecho, moleste. Por dos razones fundamentales: la primera porque a nadie le gusta que le recuerden que la Ciencia ya no duda de que el feto abortado no es un cúmulo de tejidos, sino una vida humana con tanto derecho o más a ser protegida que el derecho de la mujer a decidir. La segunda porque la Iglesia Católica es la única- decimos bien- la única Institución que defiende el valor absoluto de la vida humana -la voz de los sin voz- sin que suponga condenar a ninguna mujer por ello. La ley española se desentiende de la mujer y desprecia al nasciturus. Que los católicos recen por ellos es de lo más normal.

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