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No deja de sorprender que las bolsas mundiales se encuentren algo por encima de los niveles de hace una semana, cuando Israel sufrió el mayor ataque a civiles de su historia. Frente a los evidentes temores a una extensión regional del conflicto que podría tener serias consecuencias globales, los mercados parecen estar realizando un frío diagnóstico en analogía con anteriores enfrentamientos en Palestina.
Los precios del barril de petróleo han repuntado unos cinco dólares, aunque sin alcanzar los máximos recientes. Más significativa ha sido la reacción del próximo contrato sobre el gas natural en Europa, que se ha disparado más de un 25% a pesar de que los almacenes en Europa estén prácticamente llenos de cara al invierno y a que el yacimiento frente a Israel que ha parado su producción suponga menos del 1% de la oferta global.
Pero la clave para la aparente calma en las bolsas está siendo el descenso de las rentabilidades de la deuda pública, en parte al actuar como refugio ante el incremento de las tensiones geopolíticas, en parte como mera corrección técnica tras su escalada desde el verano descontando unas políticas monetarias prolongadamente restrictivas para aplacar la inflación, y que ha aumentado el atractivo de la renta fija.
Por el momento, este factor prevalece en los mercados, ya que es el más relevante en la valoración de las empresas y de los inmuebles. Sin embargo, con la perspectiva de un crecimiento débil de la actividad económica y de los beneficios empresariales en los próximos trimestres, los inversores no deberían precipitarse comprando en río revuelto, hasta que no se confirme que este vuelve a ser un conflicto local.
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